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2012 fue un año de sobresaltos en la UE y particularmente en España. La crisis del euro zarandeó a la economía española. La prima de riesgo alcanzó máximos históricos y España sufrió fuertes tensiones para financiarse con normalidad. Grecia se salvó, una vez más, del abismo gracias a un segundo rescate que impidió casi en el último momento su salida del euro.
En este turbulento entorno tuvo que intervenir el Banco Central Europeo. Su presidente, Mario Draghi, anunció en septiembre su disposición a comprar deuda soberana de países con dificultades de financiación en el mercado secundario. Lo hizo a pesar de la oposición de Alemania y del Bundesbank, adalides de las políticas de austeridad que recorren Europa. Esa decisión contribuyó a relajar las tensiones en los mercados de deuda soberana de los países periféricos de la eurozona y a relajar las primas de riesgo de España e Italia, cuyo bono a diez años llegó a situarse en algunos momentos por encima del 7%. Gracias a ese anuncio Rajoy pudo ganar y posponer un rescate que muchos daban por seguro.
Ante una crisis existencial de la propia moneda única, los países de la UE tuvieron que apostar de una forma clara y decidida por la unión bancaria y fiscal. Pero fue Alemania quien impuso de nuevo el paso: todo se hará bajo sus condiciones y con sus plazos. La canciller Merkel rara vez dio su brzo a torcer en este 2012 tan convulso para la UE.
