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Lo primero que hizo Mariano Rajoy nada más llegar a la Moncloa fue incumplir su promesa electoral de que no iba a subir los impuestos. En su primer consejo de ministros, el Gobierno subió el IRPF y el IBI. En verano llegó la subida del IVA —"el sablazo de mal gobernante", como lo definió Rajoy cuando gobernaba Zapatero—.
También eliminó deducciones fiscales a empresas y ciudadanos, elevó los tributos sobre plusvalías a corto plazo, prorrogó el Impuesto sobre el Patrimonio y creó nuevos gravamenes, como la obligatoriedad de pagar el 20% a Hacienda de los premios de las loterías, e impuso nuevas tasas judiciales.
Al mismo tiempo que subía los principales impuestos y tasas, el Ejecutivo decretó una amnistía fiscal —otro compromiso roto— que no convenció a nadie y que ni tan siquiera logró recaudar la mitad del dinero previsto.
