La xenofobia impregna al Gobierno de Berlusconi
Tras una campaña marcada por la criminalización del inmigrante y la obsesión por la seguridad, ‘Il Cavaliere' ofrece a sus socios de extrema derecha su política de puño de hierro y expulsiones.

Un barco con casi cuatrocientos inmigrantes llegó el viernes a Lampedusa. AFP
"No es justo poner en el mismo plano a quien viene para cometer delitos, violar mujeres y saquear ciudades a quien desarrolla una tarea social importante y que quizás está en situación irregular porque no ha pedido y obtenido el permiso de residencia".
Esta distinción que divide en dos tipos a los inmigrantes -los delincuentes y aquellos útiles para Italia, que no tienen papeles porque "no los han pedido y obtenido"- salió ayer de la boca de Roberto Maroni, el ministro de Interior del cuarto Ejecutivo de Berlusconi, en la fiesta de la Policía en Varese (Lombardía).
El que también es el número dos de la xenófoba Liga Norte, aludía, al hablar de la segunda categoría, a las cuidadoras de ancianos y a los trabajadores del servicio doméstico, en su inmensa mayoría inmigrantes, para los que la ministra de Igualdad de Oportunidades, Mara Carfagna, había pedido poco antes un tratamiento especial.
La promesa de clemencia no responde a un ataque de sensibilidad del cada vez más xenófobo Gobierno italiano hacia estos trabajadores, sino a que, como aclaró la propia Carfagna, sin estos inmigrantes, "Italia viviría un drama socioasistencial que afectaría a las familias con menores, ancianos y discapacitados".
El mensaje del Gobierno italiano queda claro. Italia aplicará "un puño de hierro", en expresión de Gianfranco Rotondi, ministro de Actuación del Territorio, contra los inmigrantes sin papeles, pero hará excepciones con aquellos que sean necesarios para Italia.
Para ellos, queda abierta la posibilidad de que se suavicen las draconianas medidas del decreto ley que Berlusconi prevé aprobar el próximo miércoles en Nápoles: expulsión inmediata de los sin papeles, pruebas de ADN para la reagrupación familiar y muy probablemente la ampliación a 18 meses del período de internamiento para los extranjeros en situación irregular.
Obsesión por la seguridad
La caza al emigrante ha sido la primera política emprendida por Berlusconi nada más constituir su cuarto Ejecutivo la semana pasada.
Con las redadas y expulsiones, ampliamente divulgadas por una prensa que concede una atención desmesurada y sesgada a los delitos cometidos por inmigrantes, Berlusconi ofrece carnaza al que ahora es su principal socio de Gobierno: la racista y xenófoba Liga Norte, a la que pertenece el mismo Maroni, y que, según no pocos analistas, debe su fulgurante ascenso electoral a sus proclamas en contra de los inmigrantes.
" Si el Estado no cumple con su deber, es la gente quien lo hace; a la gente al final se le hinchan las pelotas". Con el distinguido lenguaje que le caracteriza, el líder de la Liga, Umberto Bossi, justificó así ayer los ataques de los últimos días contra campamentos de gitanos rumanos, que tuvieron que ser desalojados cuando una turbamulta incendió sus casas.
El clima de la opinión pública italiana no puede ser más favorable a esta política de mano dura. A ello no son ajenos los medios de comunicación, incluso aquellos considerados fuera de la férula de la derecha.
Un caso paradigmático del tipo de cobertura que hace la prensa italiana sobre la inmigración ha sido el enorme espacio y tiempo dedicado a las violaciones de dos mujeres, una en Roma y otra en Milán, por parte de rumanos. Nadie se ha tomado la molestia de informar de los delitos sexuales cometidos por italianos.
Mientras tanto, siguen llegando pateras. En la medianoche del viernes, un barco cargado con casi 400 inmigrantes atracó en las costas de Lampedusa. Maroni reaccionó ayer comprometiéndose a llevar una propuesta al Consejo de Ministros de Nápoles para acabar con las pateras.
El historial penal del ministro del Interior italiano
Roberto Maroni (Varese, 1955) es el único ministro de Interior europeo que puede vanagloriarse de un rasgo decididamente original: haber sido condenado en firme a cuatro meses de cárcel por "resistencia y ultraje a un oficial público".
El ahora jefe de todos las fuerzas de seguridad de Italia intentó morder el tobillo de un policía durante una refriega con la que Maroni y otros dirigentes de la Liga Norte, su xenófobo partido, intentaron evitar un registro policial en 1996. La batalla campal con los agentes acabó con Maroni en el hospital con la nariz rota.
Por si esta rocambolesca historia no bastara para dotarle de un pasado pintoresco, el titular de Interior italiano fue imputado por el fiscal veronés Guido Papalia como presunto ex dirigente y fundador de los camisas verdes, un cuerpo paramilitar ilegal promovido por la antes separatista y ahora federalista Liga, que ha sido comparado a veces con el Ku Kux Klan, por su carácter racista.
Pero más allá de sus antecedentes, que se detallan en el libro Se li conosci, li eviti, (Si los conoces, los evitas) de los periodistas Peter Gomez y Marco Travaglio, se considera que este abogado es el número dos de la Liga Norte.
El hombre de confianza del maltrecho líder de la Liga, Umberto Bossi, en la Roma ladrona contra la que claman los liguistas, ha ocupado altos cargos en todos los gobiernos de Berlusconi. En su primer y fugaz Ejecutivo, en 1994, ya fue ministro de Interior y, después, en los Berlusconi II y III ocupó las carteras de Trabajo y Welfare (bienestar), respectivamente.
Ello no ha sido óbice para que este político comparara hace días la lucha del pueblo tibetano con la del "pueblo padano", al que definió como "oprimido".