Archivo de Público
Sábado, 17 de Mayo de 2008

"Su producción eléctrica es prescindible"

Ecologistas en Acción piden su cierre inmediato

FRANCISCO CASTEJÓN ·17/05/2008 - 09:48h

La central nuclear de Garoña (Burgos), del tipo de agua en ebullición, es la más antigua y más pequeña del parque nuclear español: empezó a funcionar en 1971 y tiene 466 MW de potencia. Su permiso de explotación expira en octubre de 2009 y debería aprovecharse esa fecha para proceder a su cierre definitivo.

Garoña es una antigualla aquejada de numerosos problemas, el más grave de los cuales es la corrosión de algunos elementos fundamentales de su circuito primario. En particular, el barrilete

–la pieza que sirve para mantener la posición del combustible nuclear y que se encarga de distribuir el flujo de agua– está aquejado de tal problema.

Además del barrilete, las penetraciones por las que se introducen las barras de control en el núcleo del reactor también sufren la corrosión, lo que también implica una merma de la seguridad.

Las reparaciones autorizadas por el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) desde 1999 hasta la fecha, consistentes en soldar aros metálicos en el interior del barrilete y tapar las fugas de las penetraciones con mordazas, son claramente insuficientes para garantizar la seguridad de la central.

La razón es que este tipo de reparaciones no evitan que la corrosión siga progresando y se podría producir una ruptura súbita de alguno de estos elementos con la central en funcionamiento.

Esto hace que en cada recarga haya que someter al primario a inspecciones diversas, con el consiguiente aumento de dosis radiactivas recibidas por los trabajadores.

Inspecciones que, por otra parte, no garantizan que no se produzca una ruptura con fuga entre recarga y recarga.

El agua de la refrigeración de la central es otro de los problemas a tener en cuenta.

La temperatura del río Ebro es cada verano más alta. Este fenómeno puede además agravarse por el cambio climático, lo que motivará que la central no pueda funcionar a plena potencia, para no verter agua demasiado caliente al río, con los daños a la flora y la fauna que eso supone; o bien que haya que instalar una torre de enfriamiento, cuyo coste puede superar las decenas de millones de euros.

Además existe el problema del mejillón cebra, que ya ha llegado a la altura de la central, ascendiendo por el Ebro, y que podría taponar los sumideros.

Por todas estas circunstancias, más los residuos radiactivos que la central genera, lo más sensato es proceder a su cierre lo antes posible, sobre todo teniendo en cuenta que la electricidad que produce es prescindible, puesto que sólo supone el 0,6% de la potencia instalada.