Caza mayor, ¿mal menor?
Miles de españoles viajan cada año a África para matar animales salvajes

El cazador Carlos Mas, posa sobre un facóquero en Zimbabue. CMSAFARIS
"El elefante se caza con las piernas, cansándolo. El león, con el corazón. El búfalo, con los cojones y el leopardo, con el cerebro. El rinoceronte es como una vaca tonta, ni siquiera huye". No es una frase de la película Cazador blanco, corazón negro, de Clint Eastwood, sino de Carlos Mas, un empresario español que organiza safaris, a partir de 2.800 euros, para cazar animales salvajes en países como Suráfrica, Zimbabue y Namibia.
Mas no es el único. Cada año, miles de españoles viajan a África para matar leones, elefantes, leopardos y rinocerontes. Según las compañías de safaris, España ya es la segunda potencia del mundo en número de cazadores en África, por detrás de EEUU. A pesar de su rechazo inicial, muchos conservacionistas admiten, de forma sorprendente, que esta avalancha de cazadores está contribuyendo a la conservación de las especies.
En el terreno, el director general de WWF Suráfrica, Morné du Plessis, reconoce, casi avergonzado, los aspectos positivos de la caza. "Gracias a estos ingresos, los dueños de las fincas pueden mantener sus tierras en estado salvaje. Sin ellos, las dedicarían a la agricultura y no habría animales", argumenta.
Du Plessis admite la incoherencia del método, pero pide que se piense en el contexto de los países en vías de desarrollo. "Mi hija me pide que no se cace y yo soy el primero que no quiere que los leones se críen en cadenas de producción para después ser disparados, pero si queremos mantener la tierra sin transformar, tenemos que tener en cuenta actividades como la caza", subraya.
El responsable del programa de especies de WWF/Adena en España, Luis Suárez, respalda a su colega surafricano: "La discusión sobre caza sí o caza no desde la perspectiva occidental no se puede plantear en África. Allí hay experiencias positivas de gestión controlada de la caza, que han evitado la caza furtiva y han dado beneficios económicos a la población local".
"Hay mucho nuevo rico"
No obstante, los cazadores españoles no viajan a África para conservar la fauna. En España, un permiso para cazar una cabra montés puede costar hasta 12.000 euros, mientras que en Namibia el precio de matar un kudú, una especie de antílope, es de 750 euros. Y, como explica el portavoz de la empresa española afincada en Suráfrica Old Days Safaris, Luis Forcada, los cazadores prefieren "matar en número", por eso eligen especies como el facóquero y el orix. "El problema es que hay señores que pagan un dinero y quieren cazar 12 animales. Desgraciadamente, estas prisas llevan a cazar desde el coche. Hay mucho nuevo rico que se ha metido en esto para llenar el chalé de trofeos", critica Forcada.
En África, en todo caso, la conservación de la biodiversidad dista mucho de ser una prioridad de los Gobiernos. Por eso, cualquier iniciativa de carácter medioambiental tiene que ser capaz de autogestionarse. Si la población local no obtiene una contraprestación, la conservación es una batalla perdida. Por ello, países del sur del continente, como Namibia, Botsuana y Suráfrica, han adoptado la caza regulada como un mal menor.
La bióloga Teresa Abáigar, de la Estación Experimental de Zonas Áridas (CSIC), en Almería, apoya estas medidas, pero pide que no se generalicen. "Hay que ver caso por caso. En el Parque de Diawling (Mauritania) hay una sobrepoblación de facóqueros [el jabalí verrugoso africano] y los mauritanos no los cazan por principios religiosos. Los europeos sí y no hay ningún problema", explica Abáigar, responsable de un proyecto de reintroducción de gacelas dorcas en Senegal.
«La mayoría de los cazadores españoles son vulgares matarifes»
Tony Sánchez Ariño (Valencia, 1930) se va esta semana a Botsuana a cazar elefantes. No es, precisamente, un primerizo. En 1951, dejó su futuro como médico y se marchó a África. Desde entonces, ha cazado –muchas veces por encargo de las autoridades– “1.302 elefantes, 2.080 búfalos, 338 leones, 165 leopardos y 127 rinocerontes negros”.
En España, se ha puesto de moda ir a cazar a África.
No, lo que está de moda es la caza en corrales en África del Sur, en granjas cercadas en las que te sueltan los animales que quieres. Es un safari de plástico, cazan animales que no tienen escapatoria. El cazador de hoy en día ha degenerado completamente. La forma en la que se está cazando actualmente es de vergüenza. Van allí y asesinan a un pobre impala y a tres facóqueros mientras beben en una charca. Lo siento, pero yo pertenezco a otra generación. Lo que veo ahora en África me pone la carne de gallina.
¿Los españoles están haciendo barbaridades?
Lo único que les interesa es la piel del león, los matan según salen de las jaulas. Si lo único que quieren es la piel, que la compren en un taxidermista. Los cazadores españoles disparan desde el coche, incluso por la noche, con faros, o en las aguadas mientras los animales están bebiendo. Y lo venden como si fuera la hazaña del siglo. Se hacen todas las amoralidades e ignominias imaginables. Es ilegal, pero además no tienen ética cinegética. La gran mayoría son vulgares matarifes que lo único que quieren es matar y matar. Y luego a la piscina del hotel, porque se han cansado de tanto disparar desde el coche.
Muchos conservacionistas defienden la caza en África. ¿No es una contradicción?
Con la caza, sacrificando una minoría se protege a la mayoría. No puedes pretender que no se cacen elefantes en Botsuana, cuando están arrasando los cultivos.