Archivo de Público
Lunes, 12 de Mayo de 2008

Los monjes hacen sombra a la Junta

Los monasterios birmanos son el principal apoyo de los desplazados ante la escasa asistencia desde el Gobierno 

ELISA RECHE, enviada especial ·12/05/2008 - 22:18h

Los monjes despejan las calles de los árboles derribados por el ciclón.

Subadai coge el autobús a las cinco de la mañana desde Minglanladon, un barrio situado más allá del aeropuerto de Rangún, hasta el centro de la principal urbe del país.

En el bolsillo trasero del pantalón lleva postales de Birmania que se despliegan en un plástico. Con ellas recorre las carreteras del centro intentando vendérselas a algún conductor o a los turistas en los alrededores de la pagoda Sule. El día que tiene suerte acompaña a algún americano a visitar un buda situado al sur de la ciudad.

En el lugar donde se encontraba su casa no queda absolutamente nada. Minglanladon no es más que unas cuantas cabañas en medio de la nada.
Kaythwe, la madre de Subadai, cuenta que "cuando llegó el ciclón me refugié con mis hijos y mi madre en el monasterio que está en el barrio. Al día siguiente no quedaba en pie nada de mi casa". Kaythwe tiene 32 años y cinco hijos.

Unos días después de la tormenta los habitantes de Minglanladon se han repartido entre las casas que no se vieron afectadas por Nargis, mientras que algunos vecinos han logrado reconstruir sus cabañas de bambú y hojas cosidas en el techo en un tiempo récord de dos días. Pero la madre de Subadai no dispone de los 50 dólares que cuestan los materiales para levantar una cabaña.

Cigarrillos y nueces 

Kaythwe vende cigarrillos, tabaco rubio y nueces de betel envueltas en hojas de acacia que muchos birmanos mastican de forma compulsiva en un diminuto puesto callejero frente al cine más grande de la ciudad.

"Desde que murió mi marido hace años me hago cargo de mi madre y de mis cinco hijos, así que necesito al menos un mes para reunir el dinero y comprar los materiales necesarios para construir una casa. Mientras tanto nos acoge un vecino".

"Quiero volver a mi casa, ahora somos demasiados en la cabaña de mi vecino"

Subadai parece un animal asustado. "Quiero volver a mi casa, ahora somos demasiados en la cabaña de mi vecino porque también ha venido otra familia. No hay mucho sitio, aunque paso poco tiempo allí porque salgo de casa a las cinco de la mañana y vuelvo a las ocho de la tarde. Muchos días no gano nada y mi madre me tiene que pagar el billete del autobús que cuesta 500 kyats [casi medio euro]".

El vendedor de postales de 13 años de edad sabe escribir "un poquito", pero cuando le invito a que me escriba su nombre vuelve a repetir "no puedo, sólo sé un poquito".

Como todo primogénito huérfano en Birmania abandonó el colegio y se dedicó a la venta de postales y ayudar a su madre en el puesto de la calle. Pero a Subadai le gustaría más "trabajar con ordenadores".

Acogerse a sagrado 

El pequeño monasterio de madera de este barrio periférico acogió a unas 150 personas. Tihng, uno de los monjes con más autoridad, explica que "los vecinos fueron llegando durante la noche del ciclón y se quedaron aquí durante los cuatro próximos días, hasta que se pudieron reconstruir algunas de las cabañas. Disponemos de bastantes reservas de arroz, además de que la gente del barrio que no se vio afectada por la tormenta nos entregó donaciones. Pudimos ofrecerles dos comidas al día, básicamente arroz, con suerte algunas veces lentejas y ajo".

En muchas ocasiones los monjes budistas ocupan el vacío de responsabilidad de una Junta Militar que en 2005 trasladó la capitalidad a Naypyidaw, ciudad construida ex novo en mitad de la jungla para que nadie les pidiera cuentas. Por ello y la profunda religiosidad de los birmanos cuentan con el respeto de la población.

Ante la emergencia del ciclón los birmanos saben que pueden contar, como siempre, como en la Revolución del Azafrán, con los monjes.

Cuando Mohla, un conductor de moto-taxi procedente de la ciudad meridional de Bago, no ha podido alimentar a su familia ni pagar el alquiler de su casa, se ha mudado al monasterio más cercano para superar la mala racha.

Desde Minglaladon se ven aterrizar los aviones. También la primera nave con ayuda desde Estados Unidos, a la espera de otras tres más en los próximos días. Pero pasan de largo por este barrio a las afueras de Rangún, como todo lo demás.