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Domingo, 11 de Mayo de 2008

Los chiíes no creen que la calma dure mucho en Beirut

El baluarte de Hizbolá en la capital libanesa vive los incidentes con algo de fatalismo

EUGENIO GARCIA GASCÓN ·11/05/2008 - 20:20h

Jóvenes suníes destrozan una tienda propiedad de un chií de la que partieron disparos contra un cortejo fúnebre.

El sur de Beirut, la Dahiya, es el dominio de Hizbolá por excelencia. Son barrios pobres, integrados por edificios colmena que se han construido con materiales precarios. Están habitados por más de un millón de chiíes, aunque también viven allí libaneses de otras confesiones.

En la última guerra de Líbano, en el verano de 2006, Israel bombardeó y destruyó decenas de esos altos y horrendos edificios. Muchos ya han sido reconstruidos y otros se hallan en obras.La primera impresión que causa la Dahiya es la de una zona en ebullición, a la que el conflicto de los últimos días sólo ha afectado parcialmente en las calles principales. Muchas están cortadas de piedras y tierra que impiden la circulación y obligan a dar vueltas para llegar de un punto a otro.

"Sólo existe una manera de solucionar la crisis libanesa, no esta última crisis sino la verdadera crisis, la que nunca se ha querido resolver", explica Alí, propietario de un modesto taller mecánico. "La solución es bastante sencilla: Arabia Saudí e Irán tienen que llegar a un acuerdo. También es necesario un diálogo entre Siria y Estados Unidos". Pero Alí es consciente de que lo que pide es una quimera. EEUU nunca permitirá un pacto entre Riad y Teherán, ni tampoco establecerá un diálogo con Damasco. De manera que reconoce que no hay una solución a la vista.

La ‘fitna'

Arabia Saudí e Irán están detrás de los suníes y de los chiíes respectivamente. Muchos libaneses hablan abiertamente de fitna, un concepto muy árabe y de difícil traducción.

Fitna significa a la vez el cisma, la sedición y la anarquía que generalmente conducen a una guerra civil entre musulmanes, justamente lo que está ocurriendo estos días. Las primeras fitnas del islam se remontan a la época de Mahoma y acabaron unos años después con la escisión de los chiíes.

"Sí, estamos viviendo una fitna", admite apesadumbrado el chií Matuq. "Es una guerra fratricida entre suníes y chiíes, un conflicto que redunda en perjuicio del islam y que paradójicamente no sería complicado resolver".

La Dahiya es un mundo curioso, ciertamente dominado por Hizbolá pero no de una manera totalitaria. Un gran anuncio muestra a una adolescente en bikini en una actitud insinuante y en distintos lugares se pueden adquirir bebidas alcohólicas sin restricciones. Por la calle se ven chicas vestidas a la occidental, con camisetas ajustadas de tirantes que enseñan los brazos, los hombros y gran parte de la espalda sin que nadie se inmute. Nada que ver con las restrictivas leyes del Irán chií, o con la presión religiosa de la Gaza suní.

En las calles de la Dahiya hay una obvia presencia de milicianos, no sólo de Hizbolá, sino también de Amal, la formación chií de Nabih Berri, más moderada y laica que Hizbolá. Los milicianos a veces pasean por las calles y otras veces están en controles fijos haciendo ostentación de sus fusiles.

Como el resto de libaneses, los chiíes de la Dahiya formulan cábalas políticas. Por un lado están satisfechos de contar con un aparato militar que defiende sus intereses y por otro lado lamentan que la coalición de la mayoría les niegue el peso político que les debería corresponder."Para el 18 de mayo está prevista una reunión entre (el primer ministro suní) Fuad Siniora y George Bush, aunque nadie sabe si se va a celebrar. Bush está enfadado con Siniora por haber cedido ante Hizbolá", comenta Naser.

"Bush cree que Siniora le ha traicionado, aunque la verdad es que ha traicionado a Hizbolá. Es cierto que se ha retractado de los dos decretos que originaron el conflicto, pero ha escrito una carta a la ONU comunicando la validez de los decretos", añade Naser.

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