Archivo de Público
Sábado, 10 de Mayo de 2008

Los sirios huyen de Beirut

Centenares de inmigrantes que trabajan en Líbano temen por su vida y regresan a su país

EUGENIO GARCÍA GASCÓN ·10/05/2008 - 22:39h

AP - Un ambulancia llega al lugar de un tiroteo contra una procesión funeraria en un barrio suní de Beirut, en el que murieron dos personas.

Estando todavía en Siria, y según se asciende por la empinada autopista que recorre las estribaciones de la cordillera del Antilíbano y lleva a Líbano, se ven venir en dirección opuesta vehículos cargados de pasajeros. Son trabajadores sirios temerosos de su integridad que vuelven por centenares a su país de origen huyendo de las luchas sectarias que afligen a Líbano.

Nada más cruzar la frontera, ya dentro de Líbano, se ven más trabajadores que acarrean todo tipo de bultos. Caminan a paso ligero por una carretera que elementos suníes armados han cortado con barricadas, piedras y arena.

El sirio Muhammad, un soltero de 28 años, es uno de ellos. Lleva siete años trabajando en Beirut, en una compañía de transportes, con un salario de 280 euros. "Sé que no es mucho, pero es merjor que nada, y más de lo que podría ganar en Siria, donde es difícil encontrar empleo", dice. "La vida en Beirut es muy cara, los precios suben cada semana y 280 euros no me permiten ahorrar", se lamenta.

Jaled, otro joven de 22 años que se apresura a regresar a Siria, se queja de la despedida que le han dispensado los libaneses. "Por favor, escribe que nos han golpeado. Unos suníes nos acaban de pegar con bastones a nosotros, que también somos suníes, a sólo 100 metros de aquí", dice señalando hacia su espalda.

Agresiones a los sirios

Efectivamente, unos metros más allá, grupos de suníes libaneses, seguidores de Saad Hariri, el líder de la mayoría gobernante, exhiben sus kalashnikovs y alardean de sus bastones. De tanto en tanto hay reyertas que a veces acaban con agresiones a los sirios.

El resentimiento de los libaneses hacia los sirios es grande. No todos los libaneses han adoptado esta actitud rayana en el odio, pero muchos seguidores de la mayoría antisiria desean expulsar del país a todos los trabajadores sirios, aunque éstos suelen ser los que ocupan los empleos que no quieren los libaneses.

Ayer, durante la mañana, los disturbios se extendieron a varias partes de Líbano. En el valle de la Beqaa, donde ocurren los incidentes recién mencionados, proliferan las barricadas. Unas veces las levantan jóvenes y otras simplemente niños pequeños que, a pesar de su corta edad, ya saben cómo incendiar neumáticos.

En una ocasión, varios jóvenes detienen el vehículo en el que viajamos. Le preguntan al conductor quién es y de dónde viene. Omar se identifica diciéndoles que es suní de un pueblo fronterizo y seguidor de Hariri. Eso basta como bálsamo y salvoconducto. Nos permiten continuar el viaje.

"En Líbano, ya desde niño, todos te recalcan que perteneces a una confesión religiosa y eso te marcará de por vida. Siempre recordarás a qué grupo perteneces y te morirás en su seno. Es el destino de todos los libaneses", comenta Omar en tono filosófico.

El itinerario previsto, los 50 kilómetros que hay en línea recta entre la frontera y Beirut, no puede hacerse. Las barricadas se han multiplicado. Es necesario tomar un desvío hacia el sur de casi 200 kilómetros, hacia las montañas del Shuf, donde viven los drusos, porque sus carreteras todavía son más seguras.

Hizbolá se sale con la suya y se retira de la calle


El grupo opositor chií Hizbolá retiró ayer a sus milicianos de las calles de Beirut, después de que el Ejército frenara las medidas del Gobierno que llevaron a la oposición a tomar la capital.

En un discurso a la nación, el primer ministro, Fuad Siniora, dejó en manos del Ejército la última palabra sobre la decisión de su Ejecutivo de desmantelar la red de telecomunicaciones de Hizbolá y de destituir al jefe de la seguridad del aeropuerto de Beirut, algo que el grupo chií había considerado como “una declaración de guerra”.

Poco después, el mando militar anunció que frenaba la aplicación de las resoluciones del Gobierno hasta investigar los hechos.

De inmediato, Hizbolá y sus aliados decidieron retirar a sus milicianos de las calles y dejar el control de éstas a las Fuerzas Armadas libanesas.

Desde el pasado jueves han muerto al menos 35 personas en los choques y otras 113 han resultado heridas.

Aunque la emergencia parece desactivada por el momento, la oposición ha dicho que no va a parar su campaña de desobediencia civil, y no parece que vaya a solucionarse el estancamiento de la situación política que mantiene el país sin presidente.