"Mi hijo me preguntó por qué estaba con ese niño y no con él"
Bombero. Su imagen saltó a las portadas de todos los periódicos tras rescatar a un niño en Haití 48 horas después del terremoto

Mónica Patxot - Félix dirige el parque de bomberos de Tordesillas (Valladolid).
En España, los superhéroes no florecen tras un trauma de la infancia en una cueva llena de murciélagos. Ni por la picadura de una araña radiactiva. Brotan al calor de una familia cariñosa, con el ejemplo de un abuelo sencillo y honesto, y alimentados con un buen cocido materno. Félix del Amo (Valladolid, 1971) lleva seis meses negando ser un superhéroe, ni siquiera un héroe, después de que sus manos abrieran el camino hasta el pequeño Redjeson, Reggie, un niño de dos años que quedó atrapado bajo una pared tras el terremoto de Haití.
Sin embargo, y como en las historias épicas, da la sensación de que los elementos decidieron conjurarse para que este hombre, grande como un armario pero de mirada tímida, estuviera junto a esos cascotes esa noche de enero, cuando una turba enfurecida le exigía a su equipo de rescate que buscara al pequeño bajo un edificio derruido.
"Sólo aspiro a ser tan bueno como mi abuelo, pero es imposible"
"Los padres te van inculcando, sin que te des cuenta, unos valores. Y los de mis padres eran los de ayudar, colaborar, pensar siempre en los demás", cuenta Félix para explicar que su hermana mayor, casualmente, haya salido enfermera. El punto de partida de su historia fue esa empatía hacia el dolor de los demás. Y, como en los cómics de Stan Lee, un bicho fantástico tuvo un protagonismo fundamental en el nacimiento de su vocación bienhechora: el "gusanillo". "Siendo yo muy crío nos llevaron con el campamento de verano a ver un parque de bomberos, y me entró el gusanillo. Y desde entonces supe lo que sería de mayor, lo que sería el resto de mi vida".
Félix rememora aquella experiencia abriendo mucho los ojos, que le brillan reviviendo la ilusión que sintió aquel niño de cinco años al ver los relucientes camiones rojos. Sin embargo, son muchos los críos que de pequeños "se piden" ser bomberos y muy pocos los que llegan: "Muchos de mis amigos compartían esa ilusión conmigo y ahora me miran con un poco de envidia. Tuve mucha suerte".
"Todo el mundo habla de la dureza de las pruebas físicas para ser bombero, pero lo difícil está en el temario. Como las físicas, por suerte, las llevaba bien sin mucho esfuerzo, pude dedicar más tiempo al estudio", cuenta. Y es que Félix no era de leer, ni siquiera tebeos, cuando era pequeño; él alimentaba los músculos con los que se dedica a salvar vidas desde que cumplió 22 años. "No he sido de estar sentado. Me he escalado todos los árboles, no hay tejado que se me haya resistido cuando era pequeño", se jacta orgulloso de unas condiciones físicas innatas.
Y así se conforma el porte rocoso de un superhéroe español, "haciendo trastadas en el pueblo", Villavicencio de los Caballeros, pueblo de su madre, la que le nutrió con exquisiteces como ese cocido "que no se salta un gitano". Allí, en ese pueblecito vallisoletano, se comienza a forjar el hombre que acudiría en apenas un par de horas a la llamada de Haití. Las que separan el parque de bomberos que dirige en Tordesillas del aeropuerto madrileño de Barajas.
Y se moldeó siguiendo el particular magisterio de su mentor. Félix se miraba en su abuelo materno, Jesús. Entre escapada en bici y escalada en la peña, el futuro bombero se empapaba de las enseñanzas de este hombre, "una bellísima persona, la mejor del mundo. Nunca se enfadó, nunca se le vio discutir, siempre estaba para apoyar a todo el mundo".
Y con él entendió el significado del ripio que dice que "un gran poder conlleva una gran responsabilidad". Así, aprendió que su físico portentoso tenía que ponerse del lado de los buenos: "Yo sólo aspiro a ser tan bueno como él", dice un tío de 1,90 metros con lágrimas en los ojos, "pero es imposible".
Pero como en Spiderman, su mayor debilidad es el amor de las personas de su vida real. Los diez días que estuvo en Haití no dejó de pensar en sus hijos, Álvaro y Pablo de 6 y 2 años,y su mujer, Miriam. Una de las pocas llamadas que pudo hacer a casa fue después de salir en las noticias de todo el mundo tras el rescate. "Mi hijo me preguntó por qué estaba con ese niño y no con él", recuerda emocionado.
Su hijo Álvaro quiere ser bombero, claro. ¿Y qué quiere ser de mayor el pequeño Reggie? "Está vivo, que ya es algo muy importante, ser un superviviente. Pero seguro que va a ser algo bueno, seguro, algo muy bueno", dice.