Kirchner, un líder atípico para la "pingüinera" suramericana

EFE - Fotografía de archivo del ex presidente argentino Néstor Kirchner, quien fue elegido como primer secretario de la Unión Suramericana de Naciones (Unasur). EFE/Archivo
La Unión Suramericana de Naciones (Unasur) consagró hoy como primer secretario general al ex presidente argentino Néstor Kirchner, un líder atípico al que no le gustan las cumbres, reacio a los compromisos diplomáticos y que ha perdido popularidad en su propio país.
Su nuevo rol de liderazgo regional le permitirá dejar su banca en la Cámara de Diputados de Argentina, sillón que dudó en ocupar tras la dura derrota del oficialismo en los comicios legislativos del año pasado y en el que finalmente se sentó en diciembre, a regañadientes.
El "pingüino", como lo llaman en Argentina por su origen sureño, tiene una fuerte personalidad y un discurso sin rodeos que le ha traído no pocos conflictos internos e internacionales.
El ex mandatario deberá adaptarse a su nuevo papel, que según el tratado constitutivo de Unasur le exige tener "dedicación exclusiva", no aceptar instrucciones de ningún gobierno ni entidad ajena al bloque y abstenerse "de actuar en forma incompatible" con su condición de funcionario internacional.
Pero como este tratado aún no está vigente, formalmente Kirchner podrá seguir lidiando con el caldeado panorama político doméstico como cacique del gobernante Partido Justicialista (PJ, peronista), y competir por la Presidencia en los comicios de 2011, para lo cual tendrá que esforzarse por revertir la pérdida de popularidad del Gobierno y la suya propia.
Al esposo de la actual mandataria argentina, Cristina Fernández, no le gustan las cumbres presidenciales, a las que faltó en varias oportunidades cuando gobernó el país, del 2003 al 2007.
Su desempeño en sus nuevas funciones regionales es toda una incógnita, aunque trasladar la sede de Unasur de Ecuador a Argentina facilitaría su labor.
Kirchner, de 60 años, accedió a la Presidencia en 2003, luego de que el ex mandatario Carlos Menem (1989-1999) desistiera de competir con él en una segunda vuelta electoral.
El hasta entonces gobernador de la sureña provincia de Santa Cruz se convirtió en presidente con el 22,7 por ciento de los votos, aunque con publicitada fama de buen administrador público, un dato no menor para un país que a finales de 2001 sufrió una de sus peores crisis económicas de su historia.
Abogado de profesión, Kirchner gobernó Santa Cruz, una rica y deshabitada provincia, en forma ininterrumpida desde 1991, previo paso por la intendencia de Río Gallegos, su ciudad natal.
Durante su carrera política ejerció distintos cargos en los cuadros de conducción nacional del PJ y representó al partido en la convención que reformó la Constitución en 1994.
Como presidente, apoyado en sectores sindicales y populares, devolvió al país a la senda de crecimiento y purgó a las cúpulas militares en un proceso que posibilitó la reapertura de los juicios contra los responsables de los hasta entonces impunes crímenes de la última dictadura.
Mantuvo una relación ríspida con empresarios, organismos multilaterales de crédito, Iglesia y prensa, se enfrentó a la oposición y fracasó en su intento por lograr una concertación "transversal", alimentada por aliados de sectores progresistas como el socialismo y los denominados "radicales K".
También se caracterizó por un trato "sin intermediarios" con los dirigentes oficialistas, lo que le permitió construir un poder casi hegemónico dentro del peronismo.
Tras haber alcanzado un nivel de popularidad del 65 por ciento en diciembre de 2007 entregó el poder a su esposa, Cristina Fernández, ganadora de las elecciones de octubre de ese mismo año.
Pero los sucesivos conflictos del Gobierno de Fernández, detonados a partir del enfrentamiento con el sector agropecuario en 2008, minaron la imagen positiva del matrimonio presidencial.
Este declive quedó en evidencia en los comicios de junio pasado, cuando Kirchner encabezó la candidatura oficialista a diputados en la provincia de Buenos Aires y fue derrotado por el peronista disidente y empresario de origen colombiano Francisco de Narváez.
El varapalo le empujó a renunciar a la presidencia del PJ, pero en marzo pasado reasumió con promesas de trabajar como "un soldado más" para que el peronismo logre una "gran victoria" electoral el próximo año.