Archivo de Público
Viernes, 21 de Noviembre de 2008

"El atracador disparó dos veces y yo otras dos veces"

El inspector Jesús Gómez recuerda el 31 de octubre cuando mató a un salteador armado

RAÚL BOCANEGRA ·21/11/2008 - 19:16h

 

Sucedió el 31 de octubre. En el supermercado Bon Sabor de la sevillana avenida Eduardo Dato, importante zona comercial. El inspector de la Policía Nacional, Jesús Gómez Palacios, de 54 años, recién llegado en AVE de Madrid, donde se prepara para ascender a comisario, guardaba cola junto a su mujer. Venían de hacerse con un billete de lotería de navidad y compraban unas chacinas para cenar, cuando Bernardo Mingorance, de 36 años de edad, ex mecánico, nacido en Barcelona, irrumpió con una pistola para llevarse la recaudación. “Quien entra con una 9 milímetros montada y cargada, entra con todas las consecuencias. Él disparó dos veces y yo otras dos veces”, resumió ayer el inspector en una abarrotada rueda de prensa.

Bernardo resultó muerto y Jesús disfruta ahora de “una segunda oportunidad”. “Yo, desde el primer momento, no vi más que un atracador [Bernardo entró con un compinche, que huyó, pero a quien la policía tiene identificado], que estaba en la caja donde pagamos”. Entonces, según su relato, el bandido “apuntó a la cajera” y él gritó “con un torrente de voz muy grande”: “¡Alto, policía!”. Y se lanzó contra el salteador. “Cuando estaba forcejeando con él y apretó el gatillo, sentí como si una barra de hierro al rojo vivo ardiera en el bajo vientre. Era un ardor horrible. Noté que me había dado un tiro en el estómago”, recordó el inspector. Entonces reaccionó y utilizó su arma: “A esa distancia, los disparos van al bulto”, remachó. Bernardo recibió dos disparos, uno en la zona izquierda del pecho y otro a la altura del estómago.

Al inspector se le paró el tiempo. "Ahora que está de moda la fórmula uno, ¿qué son las milésimas? Pasaron tres segundos desde que entró el atracador hasta que llamé al 112 y se piensa de todo", así Gómez.

Con el atracador en el piso, Jesús salió del supermercado con la pistola en la mano. Notó el rojo caliente en el vientre. “Tenía obsesión por no perder sangre, así que me tiré al suelo. Tampoco quería perder la conciencia, porque si la perdía, tenía la sensación de que no la recuperaría”. Caía una fina lluvia. Jesús rezó.

Ayer, tras días en la UCI, vestía impecable el traje azul de policía y se movía con cuidado. La expresión de la cara era triste, pero firme. “Estoy vivo. Va sin prisa, pero sin pausa. Después de haberlo analizado muchas veces orgulloso no me siento. A nadie le gusta que se pierda una vida, pero no me arrepiento”. El deber. Es el inspector Gómez, futuro comisario.

¿Y su mujer? “Cuando en un fregado, está al lado, hay una amalgama de todos los sentimientos”, reflexionó. ¿No le ha pedido que se retire? “¿Qué va a decir? Las mujeres de policías tenían que tener muchas condecoraciones”. También recordó a sus hijos. ¿Se ha dirigido para alguna cuestión a la familia del atracador? "No", respondió, la mirada honda.

La policía y el juzgado de instrucción 18 de Sevilla llevan el caso. El delegado del Gobierno en Andalucía, Juan José López Garzón, arropó este viernes al inspector Gómez: "Estuvo a punto de perder la vida. Recibió un disparo y otro no le dio [acabó en una nevera]. Fue un policía que impuso su deber sobre su vida".

Jesús quiso recordar que ya se vio en otra parecida. Corría la nochevieja de 1980. En la oficina de la céntrica avenida sevillana de Reyes Católicos, unos delincuentes mantenían a varios rehenes. Le quitó la pistola a uno de los secuestradores y se tiró al suelo con él. Entonces, un cabo de la Policía Local sacó la pistola y empezó a darle culatazos por su actuación. "Acabé con cinco grapas en la cabeza", manifestó con humor.