Gomorra
Filme negro diurno, cine bélico sin ejércitos y documental de ficción

- Género: Drama
- Nacionalidad: Italia
- Director: Matteo Garrone
- Actores: Toni Servillo , G. Imparato
- Duración: 135 minutos
Como ocurre con otros grandes protagonistas de la historia del cine, la visión que tenemos del mafioso está fuertemente contaminada por la imaginería norteamericana. Hijo de la Gran Depresión, el gángster fílmico era un anti héroe que acababa pagando sus crímenes debido a la autocensura establecida por el Código Hays, pero con el que el espectador no podía por menos que empatizar. Tras su caída en desgracia, volvió a levantarse en los sesenta como icono de la contracultura en filmes del tipo ‘Bonnie and Clyde’, para pasar en los setenta a convertirse en alguien irresistiblemente malvado. Porque uno puede ser asesino, chantajista, timador o narcotraficante, pero debe tener sus principios. Así, los mafiosos de Coppola podían ser monstruosamente inhumanos en su trabajo, pero les redimía estar más preocupados por la familia que Rouco Varela. Y qué decir de los personajes de Scorsese, siempre ligados a un código de honor que inevitablemente supone la muerte en caso de infracción del mismo.
Nada de eso hay en ‘Gomorra’, obra maestra que culmina el acercamiento Definitivamente, el mundo ha enloquecido. ‘Gomorra’ ganó el Grand Prix de la pasada edición de Cannes pero aun así su director, Matteo Garrone, puede ir por la vida sin escolta. Los personajes son ficticios. No ocurre lo mismo con el escritor y guionista Roberto Saviano, que ha tenido que abandonar Italia debido a las amenazas de la Camorra tras mostrar los entresijos de su chiringuito a más de dos millones de lectores en un exhaustivo trabajo de investigación homónimo. Ahora resultará que los mafiosos son grandes lectores. 3 descarnado a la realidad del crimen organizado en la Italia de hoy iniciada por ‘I cento passi’ (Marco Tullio Giordana, 2000) y proseguida por ‘Alla luce del sole’ (Roberto Faenza, 2005). De hecho, la manera de filmar la violencia de los italoamericanos parece una película de Disney frente a la abúlica y funcionarial representación de la misma en ‘Gomorra’: si hay que robar, se roba. Si hay que matar, se mata. Sin florituras, sin ensañamiento, sin planificación. A fin de cuentas, se trata de un oficio como otro cualquiera y la sangre corre sin problemas entre los devotos de San Gennaro, ese mártir que tiene el detalle de, cada 19 de septiembre, licuar sus componentes sanguíneos, solidificados el resto del año.
La acción transcurre en el napolitano barrio de Scampia, en los edificios de la velas que diseñara Franz Di Salvo en 1962, en pleno desarrollismo, y derruidos a raíz del terremoto de 1980. Esas construcciones con aspecto de ‘resort’ de playa tropical se convierten, con sus prostituidos patios de vecindad, en el protagonista de la historia, una colmena en la que todos sus habitantes colaboran en las labores delictivas. Hay grados de implicación, pero nadie es ajeno al control de la Camorra. Ni los aprendices adolescentes de mafiosos en ‘slip’ que sueñan con ser Tony Montana, ni los estajanovistas empleados de la economía sumergida, ni las abuelas, encargadas de velar por los intereses de la familia; ni tan siquiera los niños reclutados como correos, exentos de cualquier tipo de compasión o excusa social por parte del director, lo que acentúa el feroz radicalismo de su propuesta y elimina comparaciones con producciones similares como ‘Ciudad de Dios’ (Fernando Meirelles, 2002). Filme negro diurno, cine bélico sin ejércitos y documental de ficción, Garrone elimina cualquier tipo de efectismo en aras de la verosimilitud. Autopsia de una sociedad putrefacta, el espectador quisiera que hubiera algún producto equivalente al alcanfor para las fosas nasales que llevarse a los ojos, incapaz de soportar no ya la nauseabunda corrupción social, sino la humana que desprende la película.
El director
Definitivamente, el mundo ha enloquecido. ‘Gomorra’ ganó el Grand Prix de la pasada edición de Cannes pero aun así su director, Matteo Garrone, puede ir por la vida sin escolta. Los personajes son ficticios. No ocurre lo mismo con el escritor y guionista Roberto Saviano, que ha tenido que abandonar Italia debido a las amenazas de la Camorra tras mostrar los entresijos de su chiringuito a más de dos millones de lectores en un exhaustivo trabajo de investigación homónimo. Ahora resultará que los mafiosos son grandes lectores.