Gales no olvida a Dylan Thomas
Swansea, ciudad natal de este escritor maldito, conmemora su obra con dos festivales
Dos semanas de poesía, teatro y música. Un premio literario para autores menores de 30 años, con una dotación de 60.000 libras (unos 74.000 euros), más generosa incluso que la del prestigioso Booker Prize.
Celebra estos días en su ciudad natal de Swansea con dos festivales, el oficial y el alternativo. Ambos eventos se enmarcan cada año entre el día de su nacimiento, el 27 de octubre de 1914 (este año hubiera cumplido 94), y el de su ocaso en Nueva York, un 9 de noviembre de 1953.
Gales fue manantial de creatividad -además de sereno refugio- de un prolífico autor reconocido como el Rimbaud anglosajón. Vividor y mujeriego, Dylan Thomas murió en 1953 tras entrar en un coma provocado por una descontrolada sesión etílica. Acababa de cumplir 39 años.
Fue un final tormentoso en la prometedora carrera de un creador que ya había cautivado a la élite de Europa y Estados Unidos.
Dejó atrás una compleja cosecha de poemas, cuentos, relatos biográficos, grabaciones radiofónicas, guiones de cine y obras de teatro, entre ellas la popular Under Milk Wood, publicada un año después de su muerte.
La naturaleza e idiosincrasia del pueblo galés quedan absorbidas en la mayoría de los textos. "Escribió el núcleo de su obra, particularmente los poemas, a la vista o escuchando el sonido del mar. Le gustaba el agua. Le inspiraba y estimulaba", explica su hija, Aeronwy Thomas.
Alcohólico y nómada
Aeronwy tenía diez años cuando perdió a su padre. "Tuvimos una existencia errante. Vivíamos como nómadas, sin un techo estable. Mi padre se gastaba el dinero en alcohol y no le daba para pagar la renta. Dependíamos de familiares y amigos", sonríe con picardía. A sus 65 años no le preocupa romper mitos.
"En la década de los setenta, mi padre dejó de ser popular"
"En la década de los setenta, mi padre dejó de ser popular. Ted Hughes y Sylvia Plath estaban en pleno apogeo y la obra de mi padre se fue olvidando. Se decía que era demasiado lírico, que se excedía en las palabras, que su temática no era pertinente. Se produjo un cambio de actitud en los noventa, cuando comenzó a resurgir
lentamente".
David Wolley, director del Centro Dylan Thomas, con sede en Swansea, apunta dos cauces en justificación al olvido del autor en su propia tierra.
"Por una parte", dice, "estaban los prejuicios anticuados de muchos galeses, que creían que Dylan Thomas era más famoso por su estilo de vida y su muerte prematura que por su literatura. Les daba vergüenza reconocerlo como un destacado miembro de su comunidad.
Por el contrario, en círculos literarios, se celebraba su estilo distintivo, especialmente de su poesía. Pero los autores de los sesenta y setenta intentaron ignorar su influencia, tenían miedo a verse eclipsados por su sombra.
Era una figura tan colosal como Lorca o Neruda en las letras hispanas. A nivel académico, en esos años, se rechazó la obra de Thomas por pretenciosa, sobrecargada, con más sonoridad que contenido".
Con el tiempo, las nuevas generaciones de poetas perdieron el recelo y se relajaron frente al bardo de Swansea. A su vez, los críticos literarios volvieron a examinar la obra en busca de nuevos significados.
"Hay mucho por descubrir en un legado tan complejo y profundo. Es un autor difícil, surrealista, propenso a internalizar sus pensamientos. Pero, al mismo tiempo, la gente conecta automáticamente con el ritmo y musicalidad de sus poemas", señala Wolley.
"Le gustaba la naturaleza", apunta Aeronwy. "Le fascinaban los pájaros y los usaba como metáfora de la vida. Su obra se centra en el nacer, el morir, la renovación. Es un poeta verde", dice con ironía. "Sí", coincide el director del centro, "es un autor orgánico, preocupado por
todas las facetas de la vida".
Cero nostalgia
Gwynne Edward, profesor jubilado y traductor al inglés del poemario de Lorca, participa en el Festival con un par de adaptaciones teatrales de
Thomas. Ha elegido dos relatos de Portrait of the Artist as a Young Dog -The Peaches y Who do you wish was with us-, que interpretó esta semana un grupo de actores en lecturas dramatizadas. "Dylan Thomas tiene un sentido del humor estupendo. Describe un mundo que ya no existe, sin evocar nostalgia en el lector contemporáneo debido al humor volcado en la narrativa y a unos personajes reconocibles".
Ese mundo pasado y a la vez cercano es uno de los atractivos que destaca Aeronwy al hablar de su poema favorito: Fern Hill, título de la pieza y nombre de una granja de la familia Thomas.
"Es un lamento al paso del tiempo, a la juventud de mi padre, a las responsabilidades que preveía en el futuro", explica. Otra pieza clave en el canon de Dylan Thomas es Do not go gentle into that good night, concluido poco antes de la muerte de su padre y publicado en 1951.
"Me cuesta entenderlo; es una temática muy fuerte", reconoce Aeronwy. El autor lo compuso ante la actitud derrotista de su padre, a quien, según interpreta su hija, "incita a luchar con sus estrofas".
"Es una exhortación a no aceptar la muerte pasivamente si ello implica pérdida de personalidad y falta de energía en el proceso".En su undécima edición, el Festival Dylan Thomas podría llevar de subtítulo un popular trayecto literario por los enclaves y referencias que salpican la obra del artista: de la cuna a la tumba.
Su primer domicilio, en Cwmdonkin Drive, se ha restaurado al estilo original de 1914 y está abierto al público, no como un museo, sino como una residencia de hospedaje, con servicio incluido opcional. Desde la casa, con vistas a la bahía de Swansea, el joven Dylan escribió poemas y vivencias en sus famosos cuadernos.
En posteriores escritos volvería a recordar escenas de barcos y recorridos por el parque del mismo nombre que la calle del hogar paterno.
"Un museo es un lugar muerto y Dylan Thomas sigue vivo en su literatura. La gente tiene ahora la oportunidad de dormir, leer, hablar y, quizá, también escribir en la casa donde nació. Puede ser una fuente de inspiración", explica la impulsora del proyecto, Anne Haden.