Bebo y Chucho: 20 dedos y 157 años
El festival VivAmérica celebró este jueves el cumpleaños de los dos pianistas cubanos, padre e hijo

GRACIELA DEL RIO - Bebo y Chucho, padre e hijo, ayer durante su actuación en el festival VivAmérica.
Chute de Bebo. La vida del genio, desparramada a borbotones en el festival VivAmérica de Madrid. Fue este jueves por la tarde: Bebo Valdés tomó la casa (de América) y se la quedó por unas horas. Había algo que celebrar: el maestro cumplía 90 primaveras (otoños, en su caso). Casualidad "o calculada premeditación", como dijo alguien, su hijo Chucho también cumplía otoños, en su caso 67. Muchos años, mucha música, mucha Cuba, en definitiva, mucha vida para una sola tarde.
La idea era presenciar una charla con Bebo y Chucho, en una mesa redonda en la que participaron su productor, Nat Chediak, su biógrafo, Mats Lundahl, y la secretaria de Estado para Iberoamérica, Trinidad Jiménez. Al final, se habló sobre Bebo y Chucho, más que con ellos. Pero bien. El gigante -también físicamente- Bebo, con su planta de tortuga erguida, parecía querer replegarse dentro de su caparazón. Demasiados flashes, excesiva atención, los piropos de rigor de todo homenaje... ¡Incluso políticos!, él, que siempre huyó de ellos (y acabó en el Círculo Polar Ártico, imagínense). Pero bueno, "caballón" -como le llamaban en el Tropicana de Cuba- no perdía la sonrisa, quizás porque después del jaleo le dejarían tocar un rato junto a su chaval de 67 otoños. Y es que un pianista no puede aparecer en público sino tiene 88 resplandecientes teclas bajo las yemas de los dedos. Eso por descontado, a no ser que seas Jerry Lee Lewis.
Habló poco, pero habló bien
Es cierto que Bebo estaba entre amigos. Por eso, lo poco que se le oyó -lo poco que le dejaron hablar-, fue para buscar entre los asistentes a su gente: Javier Limón, Niño Josele, Carlos Carcas -director del documental, magnífico, 'Old man Bebo'-, Fernando Trueba... ¿Fernando Trueba? No, el director de 'Calle 54' no estaba en la sala de la Casa de América, pero sí en una pantalla gracias a una videoconferencia en directo. "Te quiero un huevo", le gritó Trueba a Bebo desde Chile. Y se oyó en Madrid.
Bebo habló poco, pero habló bien: "Yo soy un hombre afroibérico", dijo. Y le creímos. En realidad, más allá de lo que sus amigos pudieran decir de él -"no se dejó deslumbrar por el poder", "Bebo es un modelo absoluto de conducta", "un ser irrepetible", "nunca será superado"-, quizás lo mejor que se puede hacer con este hombre -aparte de escucharle tocar el piano- sea mirarle las arrugas y esperar. Las arrugas terminarán hablando y dirán: este hombre pudo tenerlo todo, pero eligió retirarse y formar una familia en Estocolmo. Quizás eso sí que es todo. Quizás por eso sus arrugas hablan.