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Miércoles, 10 de Septiembre de 2008

Un lugar donde pican los mosquitos

‘Un verano en la Provenza’ muestra la pujanza del cine francés

RUBÉN ROMERO ·10/09/2008 - 19:56h

PÚBLICO - La vida pasa despacio en un pueblo francés.

Cuando hablamos de Francia, la envidia nos corroe. Son capaces de hacer cine sencillo e intimista sin caer en el sentimentalismo de telenovela a la que nos tienen acostumbrados por estos pagos. Éric Guirado (Lyon, 1968) es el último y más joven de esa gran escuela de realistas franceses que encabezan Bruno Dumont  y Robert Guédiguian.

En Un verano en la Provenza, que se estrena este viernes, nos narra las vicisitudes del regreso de un hijo pródigo (Nicolas Cazelé) a sus raíces campestres, para sustituir al padre enfermo al frente del negocio familiar. Un regreso a los orígenes más amargo de lo que se podría pensar, a pesar de hacerse acompañar por la adorable Claire (Clotilde Hesme). “Evité concienzudamente convertir la película en una caricatura o una postal. Quería que se viera la vida rural tal y como yo la he vivido, no de esa manera bucólica e irreal en la que suele caer el cine, en la que no te pican los mosquistos ni hace un calor asfixiante. En mi filme hay alcoholismo, demencia senil y un sentido hortera de la estética”, afirma.

Oscuridad rural

A diferencia de lo que nos anuncian los folletos de turismo rural, la felicidad no parece estar en el campo. “No todo es alegría. Mi visión no lleva edulcorantes. Cuando un cocinero abre un restaurante en una localidad que no es la suya, lo primero que hace es conocer los productos de la tierra, no importar especias japonesas”, asegura metafórico.
Guirado introduce así la pregunta vital sobre su cine, es decir, la idoneidad de seguir en la gran tradición realista europea. “Para mí no es que sea idóneo, es que es necesario. El cine realista te permite jugar con la noción de subjetividad, reflejar esquinas mal iluminadas de un mundo cada vez más atomizado y acercanos al día a día de una manera poética… No es poca cosa”.

No es el único que parece defender esta postura. Desde hace una década, compañeros con la misma sensibilidad artística arrasan en los festivales. “Es cierto que hay, no una escuela, pero sí una visión compartida del mundo. Probablemente yo no aborde temas tan serios como Cantet y tenga más sentido del humor que Dumont y menos ternura que Guédiguian, pero soy un gran admirador de todos ellos”.

A hacer las Américas

Tras una crítica elogiosa en The New York Times, la película ha funcionado muy bien en EEUU, con ese puntito siempre inexplicable que tiene un éxito allí. “Debe ser porque habla de ancianos, algo a lo que no están acostumbrados… Y no les presenta la Francia de vino y queso de French Kiss (Lawrence Kasdan, 1995). Además, se han reído mucho, cosa de la que me alegro especialmente”, asegura el cineasta.

En todo caso, Guirado no está solo en el circuito estadounidense de versión original, donde también triunfa No se lo digas a nadie, del francófono Guillaume Canet. ¿Cuál será la pócima secreta francesa? “En mi caso se debe a la insistencia de mi productora por contactar con la distribuidora Film Movement (la más importante de cine extranjero en EEUU)”. Visto así, parece de lo más sencillo. “¿Fácil? Esa palabra no existe en el diccionario de ningún cineasta”, concluye.