Archivo de Público
Domingo, 7 de Septiembre de 2008

"Ni siquiera puedo ir a la playa, no tengo vida"

Juan Miguel lleva ocho años esperando una donación que nunca llega

MARIA JOSÉ DURÁN ·07/09/2008 - 23:40h

Hace ocho años, la mujer de Juan Miguel Rueda planteó ante los nefrólogos de su marido la opción de donarle uno de sus riñones. Pero éstos, algo reacios, dijeron que era preferible esperar uno de donante fallecido. “Nos informaron de que existen muchos problemas en cuanto a la compatibilidad de los órganos y la posibilidad de que el cuerpo manifieste un rechazo”, explica Juan Miguel.

Hoy, la opinión mayoritaria de los profesionales es la contraria, los problemas de incompatibilidad podrían resolverse gracias a la donación cruzada y Juan Miguel, que lleva ocho años en diálisis por un fallo renal, se muestra entusiasta ante esta opción. Tres veces a la semana y cuatro horas cada una tiene que acudir este cordobés al hospital para que las máquinas le limpien la sangre y suplan la función de sus riñones.

Lleva todo este tiempo en una lista de espera: “En estos ocho años he visto trasplantar a muchas personas, y algunas no llevaban ni un mes en diálisis”. Ahora es un hombre pasivo y asegura que durante todos estos años no ha tenido vida: “Antes de entrar en el tratamiento, cada año mi familia y yo hacíamos un viaje a un país extranjero. Ahora ni siquiera puedo ir unos días a la playa”. Pese a ello, Juan Miguel expresa su miedo: “Egoístamente aceptaría la donación familiar, pero también hay que pensar en la otra persona, en este caso mi mujer. Es un paso muy difícil y hay que estar muy seguro de lo que se va a hacer”. Asociaciones como Alcer, en Córdoba, ayudan a estos pacientes a superar sus barreras.