Kitano divide a la Mostra
El director japonés se siente "liberado" tras realizar 'Aquiles y la tortuga', su reflexión sobre las artes plásticas

PÚBLICO - Takeshi Kitano.
Ahora le toca al arte. Después de la televisión y el cine, Takeshi Kitano la emprende contra el "cruel mundo del arte" en Achilles and the Tortoise (Aquiles y la tortuga), su nueva película, presentada ayer en la Sección Oficial de la Mostra de Venecia, entre división de opiniones. El cineasta japonés, entre tics nerviosos, confesó a los medios que tras realizar esta película se siente "liberado" cinematográficamente. "No sé qué haré después, si será o no una de gánsteres, pero he conseguido reconciliarme conmigo mismo y con mi idea del éxito", precisó el realizador.
Tras Takeshi's (2005) y Glory to the filmaker (2007), Kitano cierra su trilogía sobre la creatividad abordando su faceta menos comercial y conocida, la pintura. En Aquiles y la tortuga se muestran decenas de cuadros coloristas e infantiles pintados por el cineasta, pese a que el propio Kitano no tiene reparo en reconocer que en realidad no ha logrado vender un lienzo en su vida.
El filme cuenta la historia de Machisu, el hijo de un empresario y coleccionista de arte que pinta de manera obsesiva. Kitano realiza un recorrido cronológico por la vida de Machisu, personaje ingenuo y "maleable ante las opiniones" de los demás, que en su frustrado camino hacia el reconocimiento artístico lleva al absurdo las directrices de un marchante de arte. "Tanto el arte como los artistas están sobrevalorados", afirma Kitano.
El director de Hana Bi vuelve después de dos filmes fragmentados y vapuleados por crítica y público a una narración lineal, que en el primer tercio de metraje no acaba de funcionar: resulta excesivamente obvia y repetitiva. No obstante, Aquiles y la tortuga remonta el vuelo cuando se convierte en una comedia y los gags delirantes de Kitano toman la pantalla. No hay yakuzas, salvo dos apariciones breves y anecdóticas, pero, como es habitual en el cine de su autor, la película está sembrada de muerte.
Cine alemán
Por otro lado, Jerichow, del cineasta alemán Christian Petzold, la otra cinta presentada ayer a competición en la Sección Oficial, ofrece una historia trágica -y de secuencias muy hermosas- sobre tres personajes aislados, que luchan por construir algo a lo que llamar "vida".
Deudora de El cartero siempre llama dos veces, la cinta transpira, pese a todo, cierto tedio; peca de ingenuidad y su engranaje no acaba de funcionar del todo, al igual que unos personajes atrapados entre la tentación del dinero, la pasión y la traición.
Nada ha convencido aún. La crítica sigue a la espera de que lleguen las ansiadas obras maestras que, se presupone, ofrece la Mostra.