Los demócratas inician en Denver la canonización de Obama
Hoy se inicia la convención que debe servir al partido para unirse tras su candidatura

AP - El candidato demócrata, Barack Obama, viajará a varios estados durante los tres primeros días de la convención de Denver.
Es como la Super Bowl pero con políticos: cantidades obscenas de dinero, patrocinios millonarios, actuaciones estelares, retransmisiones en directo, asistencia multitudinaria, mucho color y finalmente bastante poco juego. En la final de la liga de fútbol americano por lo menos se mantiene el suspense del ganador, aquí ni eso.
Hace ya tiempo que las convenciones demócratas y republicanas, sobre todo desde que se formalizó el proceso de las primarias, ya no deciden el candidato del partido y se limitan a endosarlo y endiosarlo en grandes misas mediáticas.
Este lunes empiezan en Denver cuatro días de celebración demócrata que coronarán el próximo jueves al tándem compuesto por Barack Obama y su nuevo candidato a vicepresidente, el senador por Delaware, Joe Biden.
En el pasado quedaron las luchas de poder, las reuniones a medianoche, las habitaciones llenas de humo donde se tramaban las jugadas. Las convenciones son ante todo un show de unidad. Tras perder por un escaso margen, Hillary Clinton, sus 1.896 delegados (según la CNN) y sus 18 millones de votantes deberán plegarse a la disciplina del partido y pasar página. La intervención de la ex primera dama el martes por la noche, y la de su marido Bill al día siguiente, serán momentos clave de esta cita.
Oportunidad única para controlar el mensaje
Lo demás serán globos de colores, publicidad y una orgía recaudatoria, no sólo para el candidato sino también para los senadores y representantes que se vuelven a jugar el puesto en noviembre.
Karl Rove, estratega de las dos victorias republicanas, prodigaba hace unos días sus consejos en The Wall Street Journal: “Las convenciones son una de las pocas oportunidades en las que los candidatos controlan el mensaje. Sólo los debates tienen un impacto similar pero son mucho más impredecibles y no tienen la coreografía de las convenciones”.
Denver y Minneapolis, sede de la cita republicana, son “minidramas para las televisiones. Cada hora, especialmente por la noche, se ciñe a un guión estricto. Los votantes entienden que las convenciones son producciones teatrales para su entretenimiento”, decía Rove. “Pero incluso las producciones mejor preparadas fallan si parece amañadas. Los candidatos deben ser naturales. El beso de Al Gore [a su mujer Tipper en el escenario delante de los miles de fieles], funcionó pero cuando John Kerry dijo aquello de 'me presento para la inspección', no tuvo impacto”.
Ésta es la primera vez que las dos convenciones rivales se siguen tan de cerca. Siempre las separan al menos un par de semanas, por aquello de ir calentando motores y monopolizar el espacio televisivo. En 2004 los republicanos aprovecharon las semanas tras la consagración del tándem John Kerry-John Edwards para lanzar sus ataques salvajes contra el historial militar del candidato demócrata y llegar a su propia convención con varios puntos de ventaja en los sondeos. Es, como muchas cosas en la vida, cuestión de timing.
McCain a la caza
Pero en esta ocasión habrá poco margen. John McCain espera quitarle el protagonismo a Obama al anunciar el viernes 29, un día después del cierre apoteósico de Denver, el nombre de su candidato a la vicepresidencia y minar el subidón en los sondeos que debería experimentar su rival.
Hubo un tiempo en que las convenciones tenían algo que ver con la política. Pero no son buenos recuerdos. Los demócratas prefieren olvidar el caos de Chicago en 1968: el partido profundamente dividido, tras la renuncia de Lyndon Johnson a presentarse de nuevo, el reciente asesinato de Bobby Kennedy, las violentas manifestaciones por la guerra de Vietnam...
Aquello precipitó la puesta en marcha del sistema de las primarias para permitir a los simpatizantes participar directamente en el proceso de selección. Cuatro años más tarde, en medio de otra crisis, los demócratas decidieron que aquello ya no volvería a pasar. En 1980, la candidatura de Ted Kennedy puso brevemente a Jimmy Carter en un aprieto que finalmente se saldó con la victoria del presidente.
La televisión tiene mucho que ver en estos cambios. Hace algo más de cuarenta años, en 1964, en San Francisco, los republicanos se destriparon en directo, entre los simpatizantes de Rockefeller y los de Goldwater. En 1968 les tocó el turno a los demócratas en Chicago. La convención de 1972 fue tan caótica, que el candidato elegido, George McGovern, no pronunció su discurso de aceptación hasta las tres de la mañana”, cuenta Richard Norton Smith, politólogo de la Universidad George Mason.
“Los estadounidenses veían esto en sus casas y se preguntaban: si no pueden dirigir una convención, ¿cómo se van a hacer cargo del país? No es de extrañar que, visto el papel de la televisión en las elecciones, los partidos decidieran cambiar sus reglas”.
El recuerdo de un perdedor
Denver se ha preparado a conciencia para su primer plano. No es la primera vez que alberga una convención demócrata aunque tiene que remontarse a 1908 para encontrar el precedente anterior. En aquella ocasión nominó a William Jennings Bryan. Perdió frente al republicano Howard Taft. Un ejemplo que el partido hará lo posible por no repetir.
La ciudad espera que la cita le reporte unos 160 millones de dólares en gastos hoteleros (38.000 habitaciones reservadas) y otros conceptos. El Pepsi Center, hogar de los Denver Nuggets (baloncesto) y los Colorado Avalanche (hockey) acogerá a los más de 4.000 delegados.
La convención batirá nuevos récords. Se calcula que costará unos 150 millones de dólares. A los 16 millones de dólares de fondos públicos el Partido Demócrata ha añadido otros 40 de recaudación privada. Denver ha recibido 50 millones para asegurar la seguridad del evento y se estima que los patrocinadores privados aportarán entre 40 y 50 millones de dólares en fiestas y publicidad. Es el precio del espectáculo. “Hay mucha nostalgia equivocada sobre las convenciones a la antigua”, dice Norton Smith. “En los años sesenta, había muy pocas mujeres delegadas, menos aún afroamericanos. El partido estaba en manos de unos cuantos clanes. El proceso de ahora es mucho más democrático”.
LA AGENDA
Cuatro días para la idolatría
Lunes // La biografía personal de Barack Obama es el tema central de la primera jornada de la convención. Se trata de presentar a Obama relacionando su trayectoria con el inevitable sueño americano. Su esposa, Michelle, será la principal oradora, acompañada por su hermano, Craig Robinson, y la hermanastra de Obama, Maya Soetoro-Ng.
Martes // La protagonista de la segunda jornada es Hillary Clinton. Tendrá como misión recabar el apoyo de todos aquellos que le votaron en las primarias en favor del candidato del partido, y de poner sobre la mesa los temas que más preocupan a la senadora de Nueva York. Habrá muchas mujeres en el estrado, como las gobernadoras de Kansas y Arizona, Kathleen Sebelius y Janet Napolitano. También estarán otras dirigentes del partido que apoyaron a Clinton o se mantuvieron neutrales en la campaña. Será un día para que los oradores carguen sus armas contra el republicano McCain.
Miércoles // Este día está reservado para el candidato a vicepresidente, Joe Biden. También será un gran momento para tratar de describir a McCain en los términos más negativos. Biden es un maestro del sarcasmo y su mordaz sentido humor es bastante popular entre los periodistas. Su único problema es que su primer gran momento de gloria puede verse oscurecido por la aparición, poco antes, de Bill Clinton. El ex presidente lo dio todo en la campaña de su mujer hasta extremos que llegaron a incomodar a algunos sectores del partido. En las primarias siempre trató a Obama con bastante condescendencia.
Jueves // El gran día de Obama –antes no pisará la convención– incluye un traslado de sede. En un hecho sin precedentes, su discurso final se celebrará en el estadio del equipo de fútbol de los Denver Broncos. Se espera que unas 75.000 personas asistan al inicio oficial de su campaña.