Aguirre se sitúa en Madrid como contrapoder a Rajoy
El entorno del líder del PP ve a la presidenta madrileña en "pie de guerra" tras la remodelación de su Gobierno. La purga de los dos consejeros tiene un mensaje claro: se está conmigo o contra mí.
Esperanza Aguirre ha decidido atrincherarse en la Comunidad de Madrid para hacerle frente a Mariano Rajoy y erigirse desde allí como oposición a José Luis Rodríguez Zapatero. Una buena dosis de revancha mezclada con ambición. Lejos de dejar que las heridas cicatricen, la lideresa ha hurgado en ellas. Tres días después de que Alfredo Prada y Manuel Lamela hicieran su entrada triunfal por la puerta grande del PP de la mano de su presidente nacional, Aguirre les echaba en la noche del miércoles del Gobierno regional.
Además, ayer explicaba, desde la Real Casa de Correos, que los motivos de su cambio de banquillo no obedecían a una venganza, como apuntaba los colaboradores de Rajoy, sino que lo hacía para dar respuesta a la grave crisis económica. Anunciaba que eran medidas de austeridad y le pedía al Gobierno socialista que tomara ejemplo.
Mala excusa
En el partido son muchos los que lo han visto como una mala excusa. Sobre todo porque son conscientes de que desde su llegada a la Comunidad la nómina de altos cargos se ha incrementado. Aguirre se ha caracterizado por dar cobijo a todos aquellos dirigentes del PP que se quedaron descolgados tras la derrota de 2004. Entre los favores se cuenta por ejemplo la incorporación de Gela Alarcó, la ex mujer de Rodrigo Rato, entre su equipo de asesores, y también la de algunas personas cercanas al propio Rajoy, como Belén Bajo, su ex directora de comunicación, que ha terminado como diputada en la Asamblea, o su amigo Tomas Iribarren, que le acompañó a los debates de la campaña electoral y que en su día también encontró un refugio gracias a ella.
Por eso mismo, si es cierto que Aguirre pretende adelgazar las estructuras institucionales, los amigos del líder del PP se pueden echar a temblar. De todos modos, la mayoría no se lo creyó porque al tiempo que hablaba de reajustes, la dirigente madrileña anunciaba que a todos sus ex consejeros, salvo a Prada, los había reubicado y por tanto iban a seguir contando con unos sustanciosos sueldos.
Por mucho que desde la Comunidad se insistía en que no se hicieran distintas lecturas políticas, porque las personas que habían salido del Gobierno eran de muy distinto perfil y porque esta revolución se llevaba gestando desde hace tiempo, en el partido la noticia era interpretada como una vendetta. A todo el mundo le resultaba curioso que en la quiniela estuvieran Lamela, quien durante la crisis del PP le mostró a Rajoy todo su respaldo, y Prada, que no comulgaba con Ignacio González. Piensan que Aguirre se ha sentido traicionada por sus dos consejeros y que está en pie de guerra. Tienen claro que la oposición numantina al dirigente conservador se centra en el PP de Madrid y en buena parte en el vasco. Pero a diferencia de este último, los madrileños tienen poder y control. Y saben que lo van a utilizar para hacerle la vida imposible al presidente nacional.
Ayer eran muchos los dirigentes del PP que se quejaban del afán de protagonismo de Aguirre. Siempre tiene que ser la estrella, comentaba un diputado. Era una opinión extendida, pero desde las altas esferas trataban de mostrar sus dotes de diplomacia. Rajoy prefería no perder su tiempo valorando los cambios porque la noticia del día, a su juicio, era el partido de fútbol de España contra Rusia; María Dolores de Cospedal pedía respeto hacia asuntos internos; y Soraya Sáenz de Santamaría destacaba que los propios afectados habían dicho que eran cambios razonables. Muchos, como Esteban González Pons, le compraban la idea de que lo había hecho por recorte de gastos. Sólo Carlos Aragonés, ex jefe de gabinete de Aznar, destacaba que a bote pronto podía verse cierta relación entre la salida de Lamela y Prada tras su fichaje por Rajoy.
Desde la sede nacional del PP creen que Aguirre debería aplicarse el cuento que ella misma impartía en el XVI Congreso, cuando requería la integración de los críticos. Desde la dirección nacional pensaban que iba a acometer los cambios a la vuelta del verano y coincidiendo con su congreso regional. Ahora también están preocupados por lo que puede ocurrir en esta cita. Hay quien teme que termine por laminar a los adeptos a Gallardón. Por si fuera poco, Aguirre reforzaba la imagen de las dos personas que Rajoy había rechazado para su equipo: Francisco Granados e Ignacio González. Al primero le ha dado más competencias y al segundo le deja campar a sus anchas como vicepresidente único.
Lealtad
Con Rajoy están ahora Juan José Güemes, Elvira Rodríguez y Lucia Figar. El primero, al parecer, no fue uno de los nombres que dio ella, sino que le llegó al líder del PP por parte de su suegro, Carlos Fabra. Pero todos, antes de aceptar la propuesta de Rajoy, lo consultaron con Aguirre. Todos menos uno, Alfredo Prada. En fuentes del PP de Madrid fue la persona menos leal porque se lo comunicó como si ya fuera cosa hecha, algo que molestó profundamente a la lideresa.