“Todo está por averiguar. Se cometió una masacre para echar al Gobierno de España [del PP] y no se ha detenido a nadie, y a los que han detenido no se les puede condenar. Porque, ¿quiénes son esos? Son tres pelanas. ¿Ellos, los causantes? ¿Los Bin Laden del 11-M? No me hagan reír”.

El páter Federico Jiménez Losantos habló desde el púlpito. Se calzó la sotana y clamó desde los recios ventanales de La mañana. En la casa episcopal aludió al 11-M. Esas palabras de arriba forman parte de su sermón. El de ayer. Un día después de la sentencia. De caso mediático cerrado, nada.

Lo refutaron también, uno tras otro, los contertulios del programa de la Cope: Luis del Pino, Gabriel Albiac, Ignacio Sánchez Cámara y Pedro J. Ramírez, quien ya había mostrado en el editorial de su periódico las dudas que le suscita el fallo del tribunal del 11-M.

“No sabemos de dónde partió el impulso”, se lamentaba el director de El Mundo. Si los que en principio eran los autores intelectuales –Rabei Osman, El Egipcio, Hassan el Haski y Youssef Belhjad– han quedado absueltos o han recibido penas menores, “entonces renace la teoría de que fue un atentado por encargo”, añadió Ramírez, más comedido, con todo, que sus compañeros.

“La sentencia es aberrante desde el punto de vista intelectual. Se ha tragado [el juez Javier Gómez Bermúdez] una serie de pruebas absolutamente infumables”, terciaba Del Pino. El catedrático de Filosofía del Derecho, Sánchez Cámara, abundaba en las flaquezas del fallo: “La verdad real y la judicial no coinciden. Pretender que el juez vaya más allá de la instrucción es imposible”.

Y mientras, Losantos seguía tirando de la tela. “¡Con qué entusiasmo ha comprado el juez las teorías del fiscal! Hizo una puesta en escena para amedrentar a cualquiera que se empeñe en no dar el caso por cerrado [...] La masacre para echar al Gobierno del PP está intacta”. Lo dicho. El caso del 11-M, abierto en canal.