La increíble fábula de los cuerpos congelados
El suicidio de siete miembros de la célula terrorista se convirtió en un supuesto asesinato con tintes esperpénticos

El piso de Leganés
EL BULO: La prueba del gotelé
El 3 de abril de 2004, la Policía localizaba en un piso de Leganés al núcleo central de la célula terrorista. Después de un tiroteo, los islamistas se suicidan haciendo estallar varias cargas explosivas. Un agente de los GEO murió. Era la víctima 192 de aquella locura que comenzó el 11-M.
Los defensores de la teoría de la conspiración comenzaron pronto a dudar de que los suicidas fueran, realmente, eso, suicidas. Insinuaron que el piso había sido localizado mucho antes y que alguien colocó entre los escombros sus cadáveres, que habían sido conservados en frío para la ocasión. Su principal prueba, la ausencia de restos de sangre en las paredes del piso, algo que, insistían, sólo ocurre cuando estallan cadáveres congelados.
LA VERDAD: Tres forenses hablan de suicidio
El 17 de mayo declaraban ante el tribunal los tres forenses que hicieron la autopsia a los cadáveres de los siete islamistas. Su testimonio no dejó lugar a dudas: todos estaban vivos antes de la explosión. En su declaración lo dejaron bien claro: “La muerte fue violenta con politraumatismos severos y de carácter suicida”. Ninguno vio signos de un homicidio o un accidente. Además, “la data de la muerte era la correcta, la congruente con las fechas en que sucedieron los hechos”.
Sobre la ausencia de sangre en los cuerpos sin vida de los terroristas, una de las forenses explicó que, ante la intensidad de una explosión semejante, la sangre sale disparada “en millones de partículas y por ello no tiene por qué haber un charco de sangre”.