Los pobres son más iguales. Los ricos, no
La tecnología es uno de los factores que más impulsa los desequilibrios sociales. La educación es la variable que más contribuye a reducirlos
El debate sobre los efectos de la globalización en la economía mundial se ha convertido en un partido muy disputado en el que no logra perfilarse un claro ganador. Según sea la corriente económica del informe de turno, la globalización se convierte en un arma arrojadiza de sospechosa ejecución, o bien todo lo contrario. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha sido el último en dar su opinión sobre los efectos de este imparable fenómeno en la economía, y ha puesto la lupa en un foco muy concreto: las consecuencias sobre la desigualdad dentro de cada país.
Una de las primeras conclusiones del FMI, que parte de la premisa de que el cálculo de la desigualdad resulta siempre controvertido, es que en las últimas dos décadas los desequilibrios han empeorado en la mayoría de los países, excepto en las economías más pobres. Paradójicamente, son los países con rentas inferiores, comenzando por las economías del África subsahariana o los mercados asiáticos menos desarrollados, los que han logrado reducir de forma más ostensible sus niveles de desigualdad económica.
De hecho, el informe señala que los segmentos de población con menos recursos a lo largo del mundo han registrado los mayores incrementos en renta per cápita. Con una excepción: los estratos más pobres de Latinoamérica. Tras la crisis económica que vivió la región en los años ochenta, han visto aún más lastrados sus ingresos.
Buenas y malas noticias
La reducción de las desigualdades en los países pobres, y en general la mejora de sus condiciones de vida, es la buena noticia. La mala es que, según el FMI, las diferencias económicas en los países más desarrollados se han agudizado. Es el caso de Japón y EEUU. También otras áreas menos prósperas, como las economías de Europa del Este, han ampliado la brecha económica entre los diferentes escalones de ingresos.
El FMI apunta que esta tendencia es una regresión de los éxitos obtenidos en la primera mitad del siglo XX, cuando la desigualdad descendió en todo el mundo.
¿Cuáles son los factores que más influyen en una distribución desigual de la riqueza? De entre todas las variables que alteran el equilibrio económico, el FMI recuerda que el acceso a la tecnología es el que más empuja al alza las diferencias. Así, el 45% del aumento de la desigualdad en el mundo en la década de los ochenta se atribuye a este factor, frente al 10% que se le achaca a las políticas comerciales. Esto es así porque la posibilidad de acceder y de manejar la tecnología prima a los trabajadores cualificados, lo que ensancha la brecha entre los salarios.
Por el contrario, el acceso a la educación es la variable que mejor puede contribuir a la reducción de la desigualdad.
Otras políticas económicas, como la flexibilización del mercado de trabajo o la apertura del mercado financiero, también son juzgadas por el Fondo como elementos positivos en la reducción de la desigualdad. Los expertos constatan que un mejor acceso al capital alivia a los estratos con ingresos más bajos. Asimismo, el paso del sector agrícola al industrial también redunda en una mayor equidad.
En cualquier caso, el Fondo no logra dibujar un patrón común sobre los posibles efectos beneficiosos, o perniciosos, de la liberalización económica.
El análisis de tres mercados en vías de desarrollo (México, China e India) ofrece matices muy distintos. Los mayores niveles de apertura comercial se dieron en México entre 1985 y 1994. Durante ese período, diversos estudios muestran que los salarios mejoraron pero a diferente ritmo según el nivel de preparación del trabajador. Esta distinta evolución provocó que al final de la década, la separación entre los ingresos de los empleados con mejor cualificación y los que no tenían preparación se ampliara. El caso de
México está en línea con otros estudios que señalan que durante la década de los noventa los salarios de las regiones mexicanas con mayor apertura económica subieron un 10% más que aquellos que vivían en economías cerradas.
El caso chino es aún más complejo. Desde que comenzó la liberalización económica del gigante asiático se redujeron los índices de pobreza pero aumentó el desequilibrio hasta que en 1994 se duplicó el índice de desigualdad. Sin embargo, la apertura económica logró atenuar la diferencia histórica entre las zonas rurales y la ciudad.
India ofrece para el FMI una de las caras más amables de la globalización económica. Así, la apertura comercial acometida en los noventa ha conducido a una paulatina reducción de la desigualdad entre las clases mejor preparadas y las exentas de cualificación.