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1988 El Ejército se abre

Como casi todas las leyes que se estaban aprobando, la de que permitía el ingreso de la mujer al ejército era aún muy restrictiva. Fue necesario esperar hasta 1999 para alcanzar la igualdad formal.

Ejercito La igualdad llega a las Fuerzas Armadas

Zaida Cantera DE CASTRO

Diputada Nacional PSOE y Comandante en el retiro

Fue hace treinta años, un 23 de febrero de 1988, en aquellos días de transición, de transformación, de valores democráticos. En aquellos años, el Gigante Pequeño llamado Igualdad dio uno más de sus pasos, con firmeza, hacia adelante. Un paso de gigante que no resultaría, sin embargo, suficiente, pero al fin y al cabo un paso necesario para hacer cierta la frase de "todas somos iguales, no cabe la discriminación por razón de...".

Fue en aquel febrero bisiesto cuando se aprobaba enmarcado en un hito histórico para la sociedad española el Real Decreto-Ley 1/1988, (por el que se regula la incorporación de la mujer a las Fuerzas Armadas BOE n.º 46). La igualdad había decidido entrar en las Fuerzas Armadas y había llegado para quedarse.

No entró como un elefante en una cacharrería, entiéndanlo ustedes, en este caso hubiera sido lo deseable. Entró con sigilo, poco a poco y dado el contexto social, tratando de no molestar y no pisar demasiado los callos del patriarcado más arcaico, que por aquel entonces estaba asentado en los pilares de la institución, y del propio país.

Un paso de Gigante, entiéndanme nuevamente. Sí, por favor, háganlo, pues en aquel entonces más de un tercio de la población no apoyaba la incorporación de la mujer a las Fuerzas Armadas. "¡¡¡Shhh!!!!, ¡cómo!, ¡no me digan ustedes!, ¡una mujer en las Fuerzas Armadas!", se escuchaba con incredulidad. A fregar, a barrer, a coser, a cuidar de los hijos, decían, serán como "secretarias", en puestos administrativos, pero "cómo van a combatir, no puede ser, os imagináis una mujer combatiendo". Así en ese contexto, el Gigante Pequeño dio su paso.

Si bien, la entrada de la mujer en las Fuerzas Armadas nos supuso el pleno reconocimiento por las administraciones públicas del principio de Igualdad entre mujeres y hombres consagrado en la Constitución, nos reconocía a la mitad de la ciudadanía el ejercicio efectivo de nuestro derecho a defender España y, con ello, perfeccionar nuestro estatus de ciudadanía al reconocer que nada de lo que es propio al Estado, a la sociedad y a las instituciones de ésta nos era ajeno a las mujeres ni nos estaba vedado. Este reconocimiento fue limitado. Nuevamente la igualdad dejó patente el difícil y duro camino a recorrer para que el feminismo se instaurase por completo en todos los estamentos de la sociedad.

Decía que el reconocimiento fue limitado, dado que el Gigante Pequeño solo pudo conseguir que la mujer se incorporara a ciertos cuerpos, escalas y categorías comunes y escalas auxiliares 1 , así como la posibilidad de ingreso como Guardias Civiles de segunda. ¡Ojalá hubiera entrado como un elefante! Pero en aquel contexto no pudo ser.

El reconocimiento de la mujer en las Fuerzas Armadas fue limitado.

Finalmente, once años, sería después cuando el Gigante Pequeño Igualdad creció. Sí, han leído bien, ¡once años después! Once años durante los cuales el Gigante Pequeño fue más pequeño que gigante para aquellas mujeres que querían servir a su país en puestos que les eran vedados por el hecho de ser mujeres, por el hecho de tener pecho y mear en cuclillas, por el hecho de parir, por el hecho de tener el periodo, por el hecho de…no ser hombres. Mujeres que veían pasar los años mientras se las seguía discriminando en el acceso para aquello que estaban sobradamente capacitadas. ¡Qué pena que el Gigante no fuera un elefante!

Sería la aprobación de la Ley 17/1999, de 18 de mayo, de Régimen del Personal de las Fuerzas Armadas, la que levantaría cualquier limitación y restricción persistentes respecto de todos los destinos dentro de las Fuerzas Armadas. A partir de ese momento las mujeres tenemos "formalmente" acceso a todos los puestos, incluso los de tipo táctico u operativo. Por fin, la lucha formal se había ganado, se había conquistado, batalla a batalla. Las escobas podían ya sustituirse por pinturas de camuflaje. Pero el papel lo aguanta todo. Hasta a un Gigante Pequeño que nunca ha llegado a ser un elefante quedaba, y queda aún, por ganar la peor y más cruentas de las batallas: la informal, la oculta, la batalla contra esta reminiscencia machista y patriarcal asentada en las consciencias.

De aquellos que aún siguen viendo con malos ojos la presencia de la mujer en las Fuerzas Armadas, aquellos que consideran que la mujer no tiene capacidad para defender a su país. ¿Qué dirían estos machistas si vieran el batallón de mujeres kurdas que es la pesadilla del ISIS?

Queda por ganar el acoso sexual, las agresiones sexuales, las notas bajas en los informes de calificación por ser mujer, la falta de conciliación familiar cuya carga recae principalmente sobre las mujeres, las reducciones de jornada para el cuidado de los hijos coartadas por razones del servicio que resultan ser teóricas sobre cómo “limpiar” (que ironía si no fuera triste, por ser cierto) un fusil, (porque para algunos los hijos no son parte de la patria), la falta de escuelas infantiles, la ausencia de planes de Igualdad que no queden en el papel, la falta de instalaciones adecuadas para la mujer en la misma medida que están para el hombre... sí señores, falta.

Falta que el Gigante Pequeño Igualdad se convierta de verdad en un Elefante y erradique por fin a los machistas de las fuerzas armadas, porque estos no tienen cabida en una institución que nos defiende a todas. El Gigante Pequeño Igualdad está creciendo, mujeres y hombres vestidos de uniforme mimetizado le están transformando en un Elefante, ayudémosles.