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1981 Derecho al divorcio

La ley de Divorcio acabó con la vigencia del código civil de 1888 que había restaurado la dictadura, y supuso la norma más liberadora para la mujer a pesar de sus deficiencias.

Divorcio Abolir la servidumbre

Lidia Falcón O'NEILL

Creadora del Partido Feminista de España

La batalla del divorcio fue más trascendental de lo que la mayoría de políticos, legisladores y comentaristas entendieron. Se trataba, una vez más, cincuenta años después de haberse aprobado por primera vez en España en la Constitución de la II República, de romper las cadenas que ataban a la mujer al matrimonio como los antiguos siervos de la gleba lo estaban a la tierra del señor.

Lograr la aprobación de la primera Ley de Divorcio fue más importante para la liberación de la mujer española que todas las demás conquistas que se habían obtenido anteriormente y que se lograron con posterioridad, aunque no conste así en los anales del feminismo ni de la política. Todavía está por investigar y escribir la verdadera historia del Movimiento Feminista en España.

Porque, como tantas veces lo definí, en ese avance legal consistía la verdadera lucha de clases de la mujer contra el patriarca que la dominaba. El matrimonio que había sido exclusivamente canónico durante treinta años, convertía a la esposa en la sierva del marido legalmente, en la práctica, en su esclava. Conquistar la posibilidad de romper el vínculo y alcanzar nuevamente la soltería que suponía la capacidad de obrar sin dependencia del marido era romper, definitivamente, las cadenas que el patriarcado había forjado para mantener a la mujer sometida a la potestad del hombre, para situarla en su papel reproductor y de sirvienta de toda la familia.

La cruel legislación civil que regía, igual que la medieval, condenaba a la mujer a permanecer en el domicilio conyugal aunque el marido fuese un torturador. El delito de abandono de hogar solo lo cometían las mujeres, y más de una fue detenida por la Guardia Civil y devuelta a la potestad del patriarca cuando había intentado huir. Ni que decir tiene que el delito de maltrato ni se tenía en cuenta. El marido tenía la potestad de “corregir” a la mujer y a los hijos cuando lo creía oportuno, y tanto el patrimonio como la patria potestad, la poseía únicamente el marido y padre.

"Fue la ley más importante para la liberación de la mujer"

Cuando en 1981 se aprueba la ley, que no era exclusivamente de legalización del divorcio sino una reforma en profundidad del Código Civil que anulaba todas las trabas que todavía se mantenían para la libertad y la capacidad civil de la mujer establecidas en el Código Civil de 1888, que restauró en toda su crueldad la dictadura, se impusieron varias condiciones que hacían el proceso largo, burocrático y oneroso.

Los legisladores, tan temerosos como estaban de la oposición de la Iglesia y de los partidos de derecha que habían realizado una infame y ridícula campaña contra el divorcio, decidieron que había que establecer una serie de condiciones que dificultara, y si era posible desanimara, a los cónyuges para solicitar la disolución del matrimonio. Era preciso alegar las causas típicas que desde el siglo XIX se habían impuesto en los primeros países que lo adoptaron: adulterio, enfermedad mental, prisión, maltrato o abandono. Y, como decían Marx y Engels, obligaban a las partes a "patalear en el fango de un pleito de divorcio".

Pero como en 1981 la ciudadanía española arrastraba casi 45 años en según qué regiones donde el Golpe de Estado triunfó en los primeros días, y 42 años en el resto del país, una legislación medieval que había impedido la separación legal de los cónyuges, obligando a los que habían intentado rehacer nuevas parejas a "vivir en pecado", en España contábamos, a ojo de buen cubero, con más de un millón de personas que estaban separadas de hecho y “arrejuntadas” con otra de aquella con la que primero se habían casado. De ello se derivaba un número indeterminado, que nunca se ha aclarado, de hijos nacidos fuera del matrimonio y, a veces, con apellidos falsos.

Todos los juristas y la mayoría de legisladores conocían este fenómeno, común a los países que tenían prohibido el divorcio. En consecuencia, a fin de resolver rápidamente la mayoría de esos dramas que pugnaban por salir a la superficie, dispusieron que el divorcio se concediera sin más pruebas cuando los cónyuges llevaran separados de hecho cinco o más años, o cuando hubieran pactado por escrito la separación dos años antes, y en el caso de que se tratara de una decisión actual era preciso presentar primero la demanda de separación matrimonial. Concedida esta, o habiendo transcurrido un año desde su presentación en el juzgado, se podía plantear el divorcio. Como ven un procedimiento jurídico digno de la Inquisición.

Para llegar a ello, desde mucho antes de acabar la dictadura ya estábamos las feministas exigiendo recuperar la ley de divorcio y matrimonio civil de la República que tan sangrientamente nos habían arrebatado. En esto no nos ayudaron precisamente ni el Partido Socialista ni el Partido Comunista, que ni siquiera en las elecciones de 1977 ninguno de los dos llevaba esta reivindicación en su programa electoral.

En 1969 en Barcelona se creó un periódico semanal que se titulaba Diario Femenino en el que colaborábamos las más conocidas escritoras feministas de la época y durante unos meses sobrevivió. Hasta que se atrevió a publicar unas entrevistas de preclaros y conocidos escritores y catedráticos sobre el divorcio. Lo cerraron, y dijeron que fue por las respuestas de José Luis López Aranguren, pero ciertamente estaba condenado desde el principio.

"Los legisladores establecieron condiciones que dificultaban la disolución del matrimonio"

A partir de los años 70, las feministas trabajamos y luchamos duramente porque el divorcio no se "cayera" de las agendas de los partidos políticos. En 1973 me procesaron por un artículo en la revista Triunfo, titulado 'Un derecho de propiedad en cinco axiomas' en el que reclamaba el divorcio. Claro que terminaba diciendo "ahora estamos luchando por alcanzar el divorcio, después tendremos que luchar por acabar con el matrimonio". En Vindicación Feminista cada mes durante dos años publicamos una campaña exigiendo el divorcio. Entrevistamos a los más conocidos intelectuales y políticos progresistas, escribí decenas de artículos y atrajimos cartas de las lectoras.

Y en enero de 1981 recibí los últimos palos de la policía –supongo- en una manifestación no autorizada en Barcelona reclamando el divorcio. Nadie respondió por ello. Y en agosto se aprobaba.

Lo de acabar con el matrimonio es una lucha que todavía no ha concluido. Al revés, ahora resulta que los homosexuales también se casan. Claro que también se pueden divorciar. Y eso lo conseguimos las feministas a puro pulso y en solitario.

Acabábamos de iniciar el camino de la liberación de la mujer.