Ciencia

“Está instalada la idea de que el que sabe siempre es un señor con barbas”

Marisa Kohan Revsin

Sólo hacer mención a su experiencia laboral y los cargos que ha ostentado, dejarían poco espacio para la entrevista. Eulalia Pérez Sedeño es filósofa, pero lleva más de 30 años dedicada a la investigación científica. Nos recibe en su despacho, con una gran mesa de trabajo en la que no puedo apoyarme porque está llena de informes y papeles. “Envidio a mis compañeros que son capaces de tener la mesa despejada”, comenta a modo de disculpa. “Pero no puedo trabajar todo el día pegada al ordenador”. Afirma que “no existe la ciencia objetiva”, por el simple hecho de que la realizan “las personas con su historia y su carga ideológica”. Lo importante, recalca, es tener esto en cuenta y estar vigilantes. “Sólo se pueden detectar estos sesgos aplicando una perspectiva feminista en la ciencia”.

“Pensamos que la ciencia es objetiva, pero también tiene detrás ideología”

Usted habla de la ciencia feminista o de la filosofía de la ciencia feminista. ¿Qué es?

Es la ciencia hecha desde una perspectiva feminista, es decir, hacer una reflexión sobre la ciencia pero teniendo en cuenta los principios feministas, que como suelo decir, el feminismo es una cosa muy simple pero muy difícil de conseguir: una ideología que considera que hombres y mujeres tienen los mismos derechos y obligaciones.

A eso me refiero. A hacer una reflexión desde la ciencia teniendo en cuenta las desigualdades existentes.

“Hay teorías científicas que están diseñadas para justificar la desigualdad”

¿Y cómo está la ciencia en cuanto a equidad de género?

Está mal, aunque vamos progresando. Partimos de un problema de base, y es que los científicos piensan que la ciencia es algo objetivo, pero no se dan cuenta de que la hacemos personas de carne y hueso con nuestra historia y con nuestra carga ideológica detrás y ésta se cuela en muchos aspectos a la hora de hacer ciencia. Es algo que no se puede evitar. Lo que sí debemos hacer es ser conscientes de esto y estar vigilantes para ponerlo de manifiesto. Un ejemplo son las teorías sobre las diferencias cerebrales. Hay toda una serie de investigaciones que intentan demostrar que el cerebro femenino es distinto del masculino. Las últimas investigaciones muestran que hay más diferencias entre los propios cerebros de las mujeres y los propios cerebros de los hombres, que entre los de hombres mujeres. En realidad estas teorías lo que buscan es justificar, no tanto las diferencias, sino las desigualdades.

¿Cómo influyen los sesgos sexistas o androcéntricos en la relación de las mujeres en la ciencia? ¿Cómo se lucha contra ellos si muchas veces no se detectan?

Pues adoptando una postura feminista y de estudios de género. Es un problema grave que afecta a casi todas las disciplinas. En medicina, por ejemplo, se siguen haciendo ensayos clínicos en donde no se estudian a mujeres. Se piensa que la norma es el hombre y que todo lo que se aplica a un varón también se les puede aplicar a ellas, y no es cierto. Además, tampoco es cierto entre los hombres, porque no es lo mismo que se aplique a un hombre joven que a uno de 60.

El famoso ensayo clínico que se hizo para mostrar que la aspirina era buena para prevenir infartos coronarios se realizó con 22.000 varones y ninguna mujer, pero desde hace décadas se ha estado prescribiendo la aspirina a mujeres. Hace seis meses la FDA [la agencia de alimentación y medicamentos de Estados Unidos] detectó que un fármaco que se usa contra el insomnio, produce más somnolencia en las mujeres que en los hombres y se ha empezado a recomendar que se prescriba la mitad de dosis para ellas. Porque mientras a los hombres se les iba el efecto en el plazo estipulado, a las mujeres les persistía 8 horas más.

Esta idea de que el hombre es el centro de todo es muy perniciosa, principalmente para las mujeres, pero también para el resto de la sociedad, porque se piensa en un varón tipo medio. También tenemos ejemplos en el sentido contrario. Siempre se pensó que la osteoporosis era una enfermedad de mujeres y no es verdad. A ellos se les ha descuidado en este sentido.

¿Pero esto no es muy viejo? ¿No se sabe hace ya mucho tiempo?

Sí, pero sigue pasando a día de hoy. Yo creo que es un problema de prejuicios. Las farmacéuticas aducen que se trata de un tema económico. Pero no es cierto, porque no es más caro hacer las investigaciones con mujeres que con hombres. En un libro que publiqué recientemente con mi colega Silvia García Dauder titulado "La mentiras científicas sobe las mujeres", mencionamos un estudio sobre los infartos de miocardio, que también es muy viejo (un artículo de la norteamericana Bernardin Patricia Healy lo nombró por primera vez en 1991). Mostraba cómo los síntomas del infarto en las mujeres son distintos al de los hombres y muchas morían porque como no tenían el típico dolor en el brazo y pecho, las mandaban a casa sin tratarlas. El problema es que el síndrome de Yentl (nombrado así por la película de Barbara Streisand) está vivo y muy vivo, porque sigue pasando. A las mujeres se las sub-diagnostica muchas veces. Esto es algo que tiene que ver con el género y el feminismo, que pasa una y otra vez. Los conocimientos no se asientan.

¿Por qué las mujeres no estudiamos ciencia?

Bueno, estudiamos mucha ciencia. Lo que no estudiamos son física e ingenierías. Pero el resto las estudiamos mucho. Creo que no estudiar determinadas carreras o ingenierías científicas tiene mucho que ver con los estereotipos. A las mujeres se nos educa desde muy pequeñitas en actividades que tienen que ver con el lenguaje y el cuidado. En estos momentos, las mujeres que hacen ciencias biomédicas están entorno al 70%, o sea que es alto. En matemáticas representan más del 40%. Pero en física y en las ingenierías es verdad que no llegan al 30%. Pero fíjate si son importantes los estereotipos de lo que se considera adecuado o no para que las mujeres estudien, que cuando la informática era una licenciatura, las mujeres llegaron representar el 40%. Ahora que es una ingeniería, las mujeres que la escogen representan sólo 15%, y en algunos sitios como la Universidad de Zaragoza el 9%.

Eso nos da la idea de cómo puede influir la rúbrica que se da a los estudios. Una licenciatura parece adecuada para las mujeres, incluso en informática. Pero una ingeniería, ya es más complicado. Es cosa de hombres. Aquí es importante el imaginario colectivo.

¿Cuál es la consecuencia de que las mujeres estudien poco algunos tipos de ciencia?

Que supone un gran hándicap porque se pierde la diversidad. Las grandes empresas se han dado cuenta hace mucho que cuanto más diverso sea su personal, más riqueza tendrán porque gana puntos de vista diversos. Que las mujeres no se dediquen a algunos tipos de ciencia, empobrece muchísimo esas disciplinas.

“Que las mujeres no se dediquen a algunos tipos de ciencia, empobrece muchísimo esas disciplinas”

Las mujeres históricamente han estado presentes en la ciencia, pero no se las conoce ni se las estudia. Si preguntamos por nombres de científicas, pocos pasan de Madame Curie.

Si, y tal vez Hipatia, por lo de la película. Pero ha habido muchas, muchísimas. Incluso en la Edad Media. En parte esto pasa porque se ha tenido una concepción muy estrecha de los que es la ciencia. Se han escrito historias pedigrí. Es decir, historias donde lo que se hacía era mirar los antecedentes de las teorías en vigor. Entonces, claro, las grandes teorías son de hombres: la teoría de la gravitación universal de Newton; la de la evolución de las especies, de Darwing; la de la relatividad de Einstein… Pero la ciencia no es sólo eso. Son las prácticas que se hace en laboratorios u observatorios, la que se enseña, la divulgación. Hay muchísimas cosas que se hacen y ahí han estado las mujeres siempre presentes. No siempre a la par de los hombres, porque hay que recordar que las mujeres no hemos podido entrar en las universidades hasta finales del siglo XIX. Pero además de una visión muy estrecha de concepción de la ciencia, la historia de la ciencia la han escrito los hombres.

¿Qué se puede hacer para cambiar esta visión?

La educación. Esto es lo fundamental. Pero tenemos un problema, que es que los profesores que las enseñan no están formados. Habría que hacer un programa con incentivos para enseñar y educar a los profesores desde infantil. Porque existe lo que se llama el currículum oculto, que son las normas que se transmiten a través de la escuela, las normas sociales. Si no se corrige esto, vamos a seguir transmitiendo las normas androcéntristas y sexistas que están viendo fuera. No nacemos aprendidos. También son importante los medios de comunicación, porque transmiten roles sexistas. Hace un tiempo dos mujeres y un hombre habían hecho un descubrimiento, pero en los medios sólo salía el señor hablando. Este tipo de cosas es muy importante. Cuidar los libros de texto es fundamental. En ellos apenas aparecen mujeres por lo que las niñas no tienen referentes. Se han producido importantes cambios desde que comencé a trabajar en esto, pero aún nos queda un largo camino. Sigue habiendo ese sesgo machista. Lo que vemos en divulgación científica, es que cuando se entrevista a expertos, siempre son hombres. Está instalada la idea de que el que sabe es el señor con barbas.

¿Y en la toma de decisiones, cómo estamos en igualdad?

En los espacios de poder, donde se toman las decisiones, estamos fatal. Hay cuatro rectoras de universidades frente a más de 70 rectores. En los Organismos Públicos de Investigación jamás ha habido una mujer presidenta [esta entrevista se realizó antes del nombramiento de Rosa Menéndez como directora del CSIC, por lo cual ahora hay una sola mujer en la dirección de los siete centros de investigación públicos].

En los espacios de poder pasa la famosa tijera: muchas mujeres estudiando, muchas que se gradúan y en los doctorados estamos a la par, pero según avanzas en el escalafón vamos desapareciendo. En filosofía las cifras son aún peores que en las ingenierías, porque siempre se ha pensado que es cosa de hombres, que las mujeres no pensamos.

¿Se desprestigia un área de trabajo cuando entran muchas mujeres o es que las mujeres elegimos siempre carreras feminizadas y peor retribuidas?

Es una ley sociológica. Cuanto más prestigio menos mujeres y cuantas más mujeres menos prestigio. Esto ocurre en cualquier área, no sólo en la ciencia. Educación infantil es el área que más mujeres tiene, pero es la más desprestigiada. En cambio la universidad, que socialmente se considera de más prestigio, es donde empezamos a escasear. Ahí somos un 37%.

¿Qué consecuencias tiene que las mujeres no escojan ingenierías como la informática?

Va a suponer una gran brecha porque la informática es el futuro. Pero además va a ser muy negativo para la propia ciencia informática. Todo lo que tiene que ver con las emociones se relaciona con lo femenino. En áreas como la inteligencia artificial se están dando cuenta de que si no toman en cuenta las emociones van a poder avanzar muy poco. Nosotras tenemos un problema, pero los hombres tienen otro: se los educa para no llorar, para ser fuertes, para no tener en cuenta el contexto… cuanta más diversidad haya, más puntos de vista y más posibilidades de tomar decisiones adecuadas.

¿Cómo ve el futuro?

Yo soy positiva porque creo que estamos mejor que cuando yo empecé a finales de los 80. Han pasado 30 años… Soy negativa porque avanzamos muy lentamente y porque hay que repetir las cosas una y otra. En otras áreas, cuando consigues un logro eso ya se asiente. En las cuestiones feministas y de género eso no es así. Hay que empezar una y otra vez. Y esto tiene mucho que ver con el hecho de que la gente joven piensa que la igualdad ya está conseguida y que no hay que hacer nada más. Y no hay más que ver lo que pasa a diario para darse cuenta de que no hemos logrado la igualdad y retroceder es posible.