Acabar con la discriminación, la forma más eficaz de atajar la violencia de género

Marisa Kohan

El machismo mata. Tanto o más que el terrorismo. Para constatarlo basta con revisar los datos: desde 2003 (fecha en que se comenzaron a registrar estadísticas) hasta el día de hoy han sido asesinadas 916 mujeres por violencia de género. Más que los asesinatos que cometió ETA a lo largo de 50 años de historia. Y la estadística oficial de asesinatos por violencia de género no recoge todos los crímenes machistas sino tan sólo los realizados por las parejas o exparejas de las víctimas.

España cuenta desde hace más de 10 años con leyes diseñadas específicamente para atajar esta lacra. Normas que han sido modificadas reiteradamente para mejorarlas, sin que ello haya reducido significativamente el número de asesinatos. La cifra permanece prácticamente estancada, año tras año. Y algunas organizaciones especializadas en la recogida y análisis de los datos sobre violencias machistas afirman que existe un subregistro de casos. (link a información de Feminismo.net). En lo que va de año se han registrado ya 44 asesinatos, según fuentes oficiales.

Contemos como contemos, al menos una mujer es asesinada cada semana. Y los asesinatos son solo la punta del iceberg de la violencia machista. El 20% visible que nos sacude a todos y que provoca una avalancha reacciones de rechazo.

A pesar de los avances conseguidos, día tras día, las mujeres sufren los efectos del 80% que permanece sumergido, que no se ve. La violencia soterrada del acoso en todos los espacios públicos y privados. La violencia de la doble jornada y el menor sueldo. La violencia que controla las claves de WhatsApp y vigila el largo de las faldas. La que insulta y ningunea. La de lenguaje androcéntrico que hace invisibles a las mujeres. La de la justicia patriarcal y el juicio social que victimiza a las víctimas. Una violencia que buena parte de la población sigue considerando como algo normal.

Según un reciente estudio publicado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud, al menos uno de cada cuatro jóvenes entre 15 y 29 años considera la violencia en la pareja como algo normal y uno de cada cinco opina que el tema de la violencia de género está “politizado” y se “exagera mucho”. Sólo cuando se mencionan los asesinatos, el porcentaje de preocupación sube. Entonces, el 87% de los jóvenes reconoce que se trata de “un problema social grave”.

Los datos confirman una tendencia. En 2015, un estudio realizado por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) junto con la Secretaría de Estado de Igualdad, ya aseguraba que uno de cada tres jóvenes (el 33%) consideraba “aceptable” o “inevitable” el control de su pareja: controlarle el móvil y las redes sociales, la ropa que se pone, las amistades que frecuenta e incluso las relaciones con la familia. Curiosamente, las cifras de aceptación entre los varones (34%) y las chicas (32%) eran casi idénticas. Sin embargo, el 97% rechazaba la violencia física o psicológica más grave, pero eran incapaces de identificar las conductas de control como violencia de género.

¿Dónde está el problema? ¿Por qué no estamos avanzando? Probablemente porque las leyes y protocolos que hemos implementado durante los últimos años apenas han hecho mella en la cultura machista imperante en nuestro país. El problema es que existe la falsa sensación de que la igualdad de género ya se ha conseguido, cuando en realidad no es así. Lo que la filósofa Amelia Valcárcel llama “el espejismo de la igualdad”.

Por un lado están los protocolos y por otros la tozuda realidad del machismo estructural. Marta Fernández Ulloa, oficial de la Unidad de Apoyo a la Mujer de Policía Municipal de Madrid, resalta que, “aunque existen cursos sobre violencia de género diseñados para todas las etapas educativas, comenzando desde infantil, lo colegios apenas los solicitan”. En los países escandinavos, los chicos y chicas empiezan a recibir este tipo de formación en Primaria. En España, la mayoría debe esperar hasta la Secundaria.

“Nos enseñan a poner el condón, y poco más”. Así describía una joven las clases de educación sexual que reciben los alumnos en España, al ser preguntada por este tema en el programa El Intermedio de La Sexta. Nada sobre relaciones afectivas, sobre qué es y qué no es consentimiento o sobre qué son relaciones de control en la pareja. Mientras tanto, el alumnado ha pasado por toda su etapa educativa utilizando libros de texto en los que las mujeres brillan por su ausencia: apenas hay mujeres científicas, artistas o literatas).

Los efectos de esta invisibilización son “terribles, porque a largo plazo influye en la creación de la brecha salarial, en la perpetuación de la violencia de género y en la pérdida ingente del potencial intelectual. La educación no empodera a las niñas para aprovechar su talento, sino que les niega referentes en los que mirarse y las encasilla en comportamientos y carreras 'feminizadas', afirmó a Público Luz Martínez Ten, responsable de Mujer y Políticas de Igualdad de la Federación de Empleados Públicos de UGT.

Igual que en la educación, se necesitan cambios sociales profundos en diversas áreas para asegurar que se avanza hacia la erradicación del machismo. La economía, las artes, las ciencias, la política o la justicia son algunas de las claves para avanzar.

De cara al 25N, Día Internacional contra la Violencia de Género, diario Público ha querido poner el foco en ese 80% del iceberg que permanece sumergido. Para ello hemos entrevistado a un grupo de destacadas profesionales del mundo de la ciencia, la educación, la economía, el activismo político o la justicia. Mujeres que son un referente en sus respectivos ámbitos y que nos ayudan a analizar cómo andamos en términos de equidad de género, qué avances se han conseguido en los últimos años y cuáles son las grandes asignaturas pendientes que tenemos que aprobar para poder poner coto a la discriminación de género.