El primer vuelo a Iberoamérica salió del aeropuerto de Barajas el 22 de septiembre de 1946 e hizo escala en Villa Cisneros, Natal y Río de Janeiro antes de llegar a Buenos Aires con una duración de 36 horas.
Iberia se convertía en la primera compañía europea que unió Europa y Sudamérica después de la II Guerra Mundial.
El precio del billete era de 7.250 pesetas, que no estaba al alcance de cualquiera y el trayecto resultaba verdaderamente una experiencia, y no solo por la duración del viaje, 36 horas incluidas las escalas y una noche en el parador de Villa Cisneros, construido específicamente para que los clientes pudieran pernoctar en el vuelo de regreso.
En la actualidad, este vuelo tarda 12 horas y 40 minutos y se realiza sin escalas.
Cruzar el Atlántico era bastante crítico, lo que obligaba a tomar algunas precauciones; por ejemplo, calcular al detalle el peso de todo lo que viajaba en el avión: equipaje facturado, de mano e, incluso, a los propios pasajeros.
A bordo el servicio era todo un lujo, empezando por el servicio ofrecido por las primeras azafatas. El nombre para designarlas fue objeto de debate: aeroviarias, aeromozas, mayordomas o provisadoras fueron algunas de las opciones.
Los asientos de los aviones DC4 que se utilizaban en la primera ruta latinoamericana de Iberia eran butacas reclinables que se convertían en camas. El servicio de catering a bordo de los vuelos entre Madrid y Buenos Aires incluía pollo frito, tortilla española, huevos duros y algún bombón servido en caja de cartón, además la bebida era gratis.